Marisol Cabrales Sánchez
Hoy reseñamos la nueva novela de Cristina Braza, un thriller policíaco autoconclusivo, aunque con potencial de convertirse en serie, ambientado en Cádiz capital.
Nos presenta a la inspectora Ruth Lebón, quien acaba de reincorporarse al servicio tras un parón por problemas psicológicos. Lejos de poder realizar una nueva toma de contacto con tranquilidad, Ruth se verá involucrada en un apasionante misterio: la aparición de un cuerpo que sujeta una estatuilla de un ángel. Ruth investigará tanto a las personas y lugares afines al finado, a la vez que trata de deducir qué es lo que puede significar dicho ángel y su posible relación con elementos clave de la ciudad.
Se trata de una novela relativamente corta, ideal para leer en cualquier momento. Su autora, Cristina Braza, que cuenta con una dilatada carrera como escritora tanto en medios de comunicación como a nivel literario (son especialmente brillantes sus incursiones en el folclore del Carnaval), ha logrado crear una obra en la que nada sobra, que sintetiza las descripciones haciendo que la trama gane en fluidez y dinamismo.
Me ha gustado el enfoque que Cristina ha adoptado en esta novela: muy criminalístico, priorizando la acción y el trabajo de campo (en concreto, interrogatorios a vecinos y análisis de localizaciones). No se detiene demasiado en las cuitas personales de la protagonista, lo cual favorece mucho al núcleo del misterio y hace su lectura más rápida, pero que, por contraposición, puede dejarnos con las ganas de conocer más a Ruth. Espero y deseo que este libro no sea el último en el que veamos a esta carismática inspectora que merece la pena seguir conociendo.
Una gran novela policíaca que gustará a los fans del género y del misterio, que entra sin problemas y se disfruta de inicio a fin. La autora logra armar un misterio adictivo, ata todos los cabos y maneja una ambientación muy adecuada, haciendo justicia a la ciudad en la que se desarrolla. Muy recomendable.
Flor:
Cerezo de Nankin, o de Shangai (Prunus tomentosa): sus flores caen justo cuando están más hermosas, lo cual en Japón se relaciona con la prematura pérdida de la vida y el renacimiento.