Pedro Padilla
Cosas que hacen BUM es mi segunda lectura de Kiko Amat. La primera fue Rompepistas y pese a la pasión generalizada que existe por el autor he de reconocer que me supuso una decepción, un libro que apenas me generó estremecimiento. Cosas que hacen BUM comparte un gran número de elementos en común. Podría decirse que es la misma historia aderezada de forma diferente. El resultado, a pesar de ser más satisfactorio que con Rompepistas, me aleja de las huestes de seguidores de Amat. Una decisión que en cierto modo me frustra. Respeto y disfruto de los prólogos con los que Amat me descubre algunas obras. Quisiera amarlo como tantos. Pero parece que no, que no hay manera.
Cosas que hacen BUM es, como Rompepistas, una obra de rito de paso. Es el Bar Mitzvah de la generación a la que pertenece el propio Amat. En lugar de que suene música tradicional hebrea y se realice en la sinagoga correspondiente, la historia se salpimienta con rock y tiene lugar en Barcelona. Pero en su esencia no se producen grandes cambios: es el momento preciso en que su personaje principal, Pànic Orfila, abandona las filas de los niños o los adolescentes para ejercer de adulto, con todas las disfunciones que esto supone en nuestra sociedad. Y es que Pànic Orfila, como tanto gustan a Amat, representa a un outsider, un tipo que no encaja con lo que debería ser.
El paso hacia la madurez, como cabía esperar, por su significado en la nuestra y en la mayoría de las sociedades, tiene un importante peso en la literatura. La historia de Cosas que hacen BUM es generacional, propia de los nacidos en los 70-80 del siglo pasado. Tienen su hueco corrientes anarquistas, roqueras y lisérgicas, propias de la historia personal, o al menos de la generación, del autor. De manera diferente, emborronadas por otra generación, por otro ámbito cultural, es posible mencionar otras obras que pretenden una aproximación con sus propias herramientas al mismo rito de paso. Desde el nihilismo de Charles Bukowski en La senda del perdedor o El guardián entre el centeno, la obra más conocida de J.D. Salinger, a la decadencia fruto de la tiranía de la heroína que predomina en otra obra generacional, como es Trainspotting de Irvine Welsh. Sin dejar de mencionar una de las obras predilectas de David Bowie y que recoge este rito de paso desde un punto de punto de la identidad y el racismo, propio de las segundas generaciones de inmigrantes: La maravillosa vida breve de Oscar Wao del autor de origen dominicano Junot Diaz.
Otro de los elementos cruciales en Cosas que hacen BUM es el lugar en el que se desarrollan los hechos. Barcelona es probablemente la ciudad de España que cuenta con una mayor tradición literaria. No son pocas las obras que recogen esta ciudad como punto de partida en hechos que probablemente no sucederían en otras ciudades españolas ni del mundo. Quizá de todas estas historias en ninguna tenga el peso la ciudad como lo hace en El día del Watusi, de Francisco Casavella, la trilogía de libros en la que Barcelona adquiere una voz única. Otra obra a mencionar es la inolvidable Últimas tardes con Teresa, firmada por Juan Marsé o la reconstrucción histórica que Eduardo Mendoza realiza de la lucha sindical y el pistolerismo de los primeros años del siglo XX en La verdad sobre el caso Savolta. La ciudad de Barcelona no solo alumbra historias de amor, de decadencia o hechos históricos. En el best seller de Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento, Barcelona se convierte en una ciudad embrujada, pero que mantiene intacta su tradición literaria.