Por Real Decreto de 8 de mayo de 1920, el Gobierno de Eduardo Dato creó el Ministerio de Trabajo para aglutinar todo el entramado socio-laboral que ya venía despertando por aquél entonces. Ya estaba creado el Instituto de Reformas Sociales y el INP (Instituto Nacional de Previsión), los cuales se integraron en la estructura de dicho Ministerio, el cual aglutinó al Consejo de Emigración y al Patronato de Ingenieros y Obreros Pensionados para el extranjero, sin olvidar funciones de la Inspección de Trabajo que fue creada en 1906. Ya instaurada la Segunda República y siendo Ministro Largo Caballero, todas las asociaciones entonces denominadas obreras, pasaron desde el Ministerio de la Gobernación a dicha Cartera y desde ahí hasta nuestros días mucha y controvertida legislación se creó entorno al mismo, donde podemos calificarlo como un Ministerio convulso, una veces unido a Seguridad Social, otras veces con el cordón umbilical del Sindicato Vertical Franquista, otras volcando sobre el mismo el antiguo INEM, INSERSO y organismos como el Instituto de la Mujer y de la Juventud. Es decir, ha recibido denominaciones de todo tipo y lo que sí es cierto que por é han pasado ministros y ministras que han tenido aciertos y desaciertos, pero que todos y todas han estado envueltos/as en avances sociales y como no, mejoras para el mundo socio-laboral y, en resumen, el mundo del trabajo.
Quiero recordar aquí que hasta 1980 las Escuelas Sociales dependieron de dicho Ministerio y fueron una fuente exquisita de los que hoy se denominan Graduados Sociales y reconocidos laboralistas e indispensables como operadores jurídicos en la Jurisdicción del Orden Social y Mercantil.
En este año y, concretamente, en Mayo, teníamos prevista la celebración de dicho centenario, relatando todos aquellos titulares que tuvo el Ministerio desde Carlos Cañal Y Migolla, pasando por Eduardo Aunós Pérez, un gran Ministro, Largo Caballero, José Antonio Girón de Velasco, el inolvidable Licinio de la Fuente o el gran conocedor y Catedrático Rafael Calvo Ortega, el conocido socialista Manuel Chaves, el joven y veloz Manuel Pimentel, Javier Arenas y sin olvidar a Juan Carlos Aparicio o a la Ministra de la gran reforma laboral y vigente, Fátima Báñez, hasta nuestros días, con la Comunista Yolanda Díaz.
Los que vivimos y trabajamos en el mundo laboral y ya tenemos experiencia en la profesión, hemos pasado por miles de vicisitudes, huelgas generales, cierres de empresas, crisis de pensiones y un largo etcétera donde cada día nos sorprenden con una jurisprudencia permanente de los Tribunales de lo Social, lo cual pone de manifiesto cómo hemos vivido y cómo en estos momentos tenemos que debatir, pues la pandemia que nos sobrepasa ha hecho posible entrar en un mercado laboral tan inesperado que ya se atisba cambios sustanciales que irán con el tiempo amoldándose a las nuevas generaciones y a los nuevos tiempos, pero todo esto que se esperaba que iba a ser una conmemoración centenaria, donde imperaba como lema la Justicia Social se ha ido al traste sin pena ni gloria, porque el coronavirus ha hecho estragos en todo el mundo del trabajo por culpa de haber atacado bruscamente a millones de personas en una pandemia que también ya cumple otro centenario y que parece que acompañaba a esta efemérides.
Tras esto, lo triste es que el actual Ministerio de Trabajo ni siquiera ha hecho un recuento de la historia de quienes le han precedido con aciertos y desaciertos, pero este Ministerio hoy es un cajón de sastre improvisado y abatido por reales decretos legislativos que sin estar meditados y haciéndose con nocturnidad y alevosía, se ha marcado por uno de los Ministerios más económicamente débiles que ha tenido su centenario, pero lo peor no es eso, es que las perspectivas que esta cartera guarda tiene como fondo de esperanza un otoño caliente, una bajada del empleo brutal y unas pensiones que asoman que no se sabe cómo terminarán, pues el déficit de la Seguridad Social es tan tremendo que habrá un antes y un después de un Gobierno débil y de un Ministerio que con el postureo se ha entregado y se ha tirado al vacío.
Todo esto al final lo supervisará quien ha sentado la jurisprudencia y aun cuando ya no existe, quiero tener un especial recuerdo para aquél Tribunal Central de Trabajo que tanto bien favoreció a la Justicia Social y que sería el momento de unificar muchos tribunales para crear uno que pese a la existencia de la Sala IV de la Tribunal Supremo, uniformara tantas improvisaciones y vaivenes como tenemos hoy.
Fdo.: José Blas Fernández Sánchez.
Presidente del Consejo Andaluz de Colegios
Oficiales de Graduados Sociales.