Un lugar llamado Antaño | Olga Tokarczuk

Pedro Padilla

Las páginas de Un lugar llamado Antaño se sucedían, me maravillaban, me transportaban a un país que no existe pero que respira y que forma parte de la historia. De forma paralela a este discurrir de páginas una lectura se recuperaba de su artrosis y olvido. Golpeaba con insistencia la puerta de mi memoria. Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez recuperaba su vigor en mi recuerdo. Y, sin embargo, ambas lecturas no se parecen.

Un lugar llamado Antaño entronca con la literatura de dinastías familiares. Tiene por supuesto ecos de Cien años de Soledad, como también de El lado oscuro del amor de Rafik Schami. Obras en las que a lo largo de una sucesión de tiempo considerable asistimos al desarrollo y normalmente decadencia de una saga familiar. La vocación de Un lugar llamado Antaño va sin embargo más allá del paradigma familiar. Un lugar llamado Antaño es, sí podemos decirlo, una obra total. La historia como contexto, como pizarra en la que se desarrollan los personajes. Irrumpe con el inicio de la Gran Guerra, como si la historia reciente de Europa se erigiera sobre este punto decisivo y trágico. A través de diversas generaciones asistiremos al sufrimiento que el tiempo y los hechos históricos reservan a los personajes, pero también al propio progreso de la Historia en sí. El nazismo, la Segunda Guerra Mundial, la dominación soviética, el hambre, la censura y la crueldad. Un lugar llamado Antaño ineludiblemente entronca con otra literatura muy diferente, pero también europea. La crueldad que destila, una crueldad simple, sin artificios, pero a la vez dura, sin paliativos, me trajo a la memoria pasajes de otras obras como la única Claus y Lucas de Agota Kristof o el potente relato de posguerra de La voz dormida de Dulce Chacón.

Como obra total, Olga Tokarczuk impregna su relato de una voz sencilla, cristalina, con estructuras a la vez casi de imperceptibles. Aun cargadas de un lirismo excepcional, llama la atención la capacidad de decir mucho sin apenas palabras, de recorrer los complejos cambios político-sociales que recorrieron Europa durante el siglo XX con apenas un murmullo, como si todo el siglo XX no fuese más que un suspiro que apenas hubiese transcurrido.

Un lugar llamado Antaño ha sido mi primera lectura de Tokarczuk. Queda claro que no será la última.

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