Reseña «Proyecto Hail Mary»

Pedro Padilla

La mejor ciencia ficción es aquella que hace uso de fenómenos científicos ficticios para responder de forma parcial las grandes cuestiones que afectan a la humanidad. Estoy pensando en Solaris de Stanislaw Lem, en muchos de los relatos de Ted Chiang, en los inicios de Fundación de Isaac Asimov. Cada lector del género debe contar con sus propias historias. La mejor ciencia ficción no se agota en las grandes cuestiones metafísicas. Autores como Ursula K. Leguin, Octavia Butler o Daniel Keyes han hecho uso de su marco como un cauce para ahondar en los conflictos sociales. La ciencia ficción es versátil, es un trampantojo.

Sin embargo, venimos a hablar de Proyecto Hail Mary. No es ni una cosa ni la otra. Ni lo pretende, ni lo necesita. Proyecto Hail Mary es un producto, un entretenimiento. A pesar de ello, está construido con tanta firmeza que resulta una lectura embriagadora y absorbente; casi una adicción. No es fácil hablar de la obra sin desvelar giros de guion, sin sembrar de minas los pasos de un lector virgen. Por este motivo vamos a recurrir a los lugares comunes. La Tierra se va al garete (sí, otra vez). Solo puede salvarla un hombre (bienvenidos a lo manido). Solo que en esta ocasión no es el marine más atractivo de su promoción, el tipo más afectado por conflictos personales que dejará atrás en pos de la salvación de la humanidad. En Proyecto Hail Mary se encumbra al bicho raro: es un profesor de ciencias de un instituto el que será designado como el mesías.

Uno de los grandes logros de este Proyecto Hail Mary es su capacidad de reírse de sí mismo, su alejamiento de las grandes gestas y cantos, su parodia del subgénero. Andy Weir sigue un poco la senda que él mismo marcara con El marciano. Proyecto Hail Mary tiene esa dosis de McGyver 2.0 que tan buenos réditos le generara. Como buen producto contiene ecos de otros éxitos, no solo de MgGyver. Algo de Spielberg se filtra en sus páginas. Armagedón, también. Todo ello aderezado con una suculenta clase de ciencias de instituto.

Respecto a este último dato leí algunas críticas negativas hacia la traducción que realiza Javier Guerrero Gimeno. Muy al contrario, creo que se aproxima con acierto a un lenguaje rayano a lo coloquial de un profesor de instituto. Efecto que consigue una cercanía, una empatía del lector con el personaje.

Como excelente producto que es, Proyecto Hail Mary no escapa a la dictadura de la inmediatez. Ante la variada oferta que encuentra el consumidor, los creadores de series de TV, de películas, de libros y de cualquier contenido cultural son conscientes de que deben cautivar a un consumidor que carece de paciencia. Internet, las plataformas de TV en streaming. Son demasiados cantos de sirena para que perdamos más de unos segundos en elegir. Seek and destroy, como dirían los Metallica. En ese sentido Proyecto Hail engancha desde los primeros párrafos, desde las primeras páginas. Hace uso de un recurso nada novedoso, pero que ejerce con maestría. El personaje principal despierta amnésico. Lector y personaje comparten vacío histórico. Van conociendo paso a paso la aventura que juntos han emprendido. La forma en que esto sucede recuerda a las grandes aventuras gráficas del pasado. El lector agradece la inmediata complicidad que se produce.

Proyecto Hail Mary puede desencantar a los grandes lectores de nicho y al mismo tiempo atraer a la ciencia ficción a los paganos. Quizá se deba a que en puridad no es una obra del género. Solo se reviste de ella para contar una apasionante historia de aventuras.

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