Cuando en los años 60 ya se atisbaba que en la telefonía iban a existir grandes cambios, la generación de aquél entonces seguía pensando en que el servicio postal, el telegrama o el teletipo, sin olvidar, los cablegramas o las radios costeras que conectaban con los barcos y bases, podrían ser eliminados con el tiempo por otras sofisticadas herramientas, pero sin embargo hoy quien aparece como ícono se llama móvil. La aparición de esta herramienta que hoy es imprescindible, necesaria y vital para muchos, tiene un controvertido recorrido porque puede salvar vidas y puede quitarlas. Es decir, una serie de aplicaciones que cada vez son más difíciles para la gente mayor, pero que no cabe duda que se ha impuesto en la sociedad y nadie sale de su casa sin dejar ese móvil atrás, pues posiblemente antes olvida cosas más necesarias, pero dejar de estar conectado a la red es algo que ha creado dependencia y que inclusive ya provoca enfermedades.
La parte buena del móvil no voy a enumerarla porque una llamada de auxilio, un envío de correo electrónico necesario o ponerte de acuerdo con un familiar que se encuentra a miles de kilómetros y que inclusive puedes verlo en videoconferencia de forma instantánea es positivo y ahí está la gran proyección que la vida ha tenido. Sin embargo, el móvil es algo que está provocando problemas con el sueño, fatiga visual, riesgos de caídas y de accidentes y ha dejado de ser un salvavidas para convertirse a veces en muerte instantánea. Todo, porque el mal uso del celular produce irritabilidad en nuestro sistema nervioso y nos genera ansiedad, déficit de atención y aumento del estrés porque el nuevo comunicador nos ha hecho distintos y controvertidos. Es fácil ver a la gente en los autobuses, aviones o trenes dependiendo de un whatsapp o de una simple llamada y pobre si no tiene cobertura y nos deja caos e inservibles, porque sin ello no somos absolutamente nadie, es como si estuviésemos privados de libertad y en una aislamiento carcelario. El levantarte e ir al baño, está estudiado, que es de las primeras acciones que conlleva sentarse en la taza del wáter y repasar todo aquello que nos dicen o que nos envían, porque sin ello no somos personas “civilizadas ni actualizadas”. Es más, observamos en los restaurantes y en los vehículos cómo toda la unidad familiar depende del móvil y ni siquiera se hablan porque cada uno está enganchado en su problema y lo que ocurra dentro de la familia no interesa. Es más, ya se está estudiando el comportamiento que tienen los jóvenes fuera o dentro de casa, ya que la educación de un colegio, las normas que impone el mismo y la disciplina del estudio, donde el móvil no es usado, nada tiene que ver con la forma de desenvolverse ese joven o estudiante en su casa o en la calle, porque se están educando de forma distinta con parámetros distintos que es la enseñanza reglada del colegio o la universidad y la de la calle o familia, pues el móvil te dirige tendenciosamente a unos niveles que según quienes los escojan pueden estar llenos de valores o llenos de maleficios y maldades. Es más, muchos comportamientos delictivos están basados en lo que esos jóvenes han visto en las redes sociales, llegando inclusive a compartir físicamente el mal ejemplo recibido.
Vivimos totalmente apartados de la vida real. Nuestro cerebro por culpa del móvil y entre la población de 5 a 21 años predice una mayor incidencia de síntomas depresivos y de ansiedad o de hiperactividad en la conducta y todo porque esa adicción que ha creado el mal uso del celular en la vida social de las personas también crea aislamiento, soledad y dificultad de comunicación.
Seria largo el relatar las consecuencias que tiene el pasarse todo el tiempo delante de un móvil, porque la medida hoy de hoy día es de 4,8 horas. Es decir, que el tiempo que dormimos y el tiempo del móvil prácticamente nos tiene impávidos en la mayoría del horario que vivimos y vemos cómo ese invento que se ha hecho y que a muchas generaciones les ha cogido con el paso cambiado y con dificultad para su manejo, para otras, principalmente niños, les hace vivir para el móvil, no prescindir del móvil y creerse que es su asesor personal, su director de ruta y lo que algunos piensan que es hasta su médico de cabecera. Por tanto, hoy los jóvenes prefieren tener un móvil de amplias características y alto coste que dedicar tiempo a la cultura, al estudio o sacarse el carnet de conducir, pues es curioso que éstos prescinden hasta de saber conducir, pero creen que manejar ese móvil son las puertas de la vida. Por ello, sepamos reciclar a la sociedad, no estar una media de seis horas de adicción a ese maligno aparato y volver a la vida real que es bonita y bella y en el diálogo, coloquio y conversaciones en tertulias seguro que se vivirá mejor.
En resumen, lo que ha sido un logro posee grandes inconvenientes y si no se dosifica su uso y se utiliza estrictamente para lo imprescindible nos pasara una cara y grave factura.
Fdo.: José Blas Fernández Sánchez.
Totalmente, se necesita una regulación ya, so re todo en los pequeños y los más jóvenes. Porque es frecuente ver a padres que para que sus hijos los dejen tranquilos les Dan sus móviles a niños con dos o tres años. Eso no se puede tolerar.
Magnifico artículo que describe la realidad que vivimos.
Es verdad que los infantes y juventud más temprana tienen mucha dependencia del móvil , pero los adultos también y no siempre es por cuestión de trabajo siempre se nos llena la boca para criticar como educan a sus hijos pero jamás reconocemos nuestros errores educando a los nuestros.
Escurioso los adultos salimos un día de lluvia y nos damos cuenta que se nos olvidó el paraguas y no volvemos por el buscamos cobijo en una cornisa un portal o lo que sea, ahora bien se nos olvida el móvil y ya no importa si nos moja la lluvia nos metemos en los charcos o nos atropella un coche nuestros sentidos están en recordar donde dejamos el dichoso aparato para ir como alma que lleva el diablo a cojerlo y acunarlo como si fuese un recién nacido.
Artículo sobrecojedor por la realidad que describe que nos asusta saber que está ahí. En el día a día no nos damos cuenta de cómo un aparatito nos manipula y nos cambia pero somos totalmente dependientes del móvil para lo bueno y para lo malo . Y lo peor que hemos hecho dependientes a los hijos porque es más fácil que se entretengan con una pantalla delante que estar tú jugando con ellos en la calle o en casa. Todo ello es una bola de nieve que se está haciendo cada vez más grande y más incontrolable y ya es tarde.