V. C. Cortes| WeltDeLibros
La Odisea del Labrador, segunda obra de su autor, es sin duda una de las lecturas más estrambóticas, absurdas y delirantes que he leído. Y el tener un carácter tan personal y divertido la hacen una lectura que perdura en el tiempo y en la memoria de aquellos que por cualquier causa del destino cae en sus manos y disfrutan de cada una de sus páginas.
La trama es sencilla, Paco un abogado, cantante y aficionado al anís, recibe un dinero inesperado y algo fraudulento de un conocido director de una galaxia no tan lejana, y decide usarlo para embarcarse en un crucero y buscar el sino de su vida.
Hasta ahí puede parecer una historia más o menos normal, pero nada es normal en esta historia, tanto los diálogos como los personajes son absurdamente maravillosos, es como una historieta de Mortadelo y Filemón hecha novela. Así pues, nuestro abogado, cantante y aficionado al anís vivirá las más rocambolescas historias a bordo de un crucero que parte del puerto de Badajoz.
La trama está salpicada de asesinatos, golpes de estados en países tropicales, experimentos genéticos con pollos, amor y desamor, y que no falte una botellita de anís. Como podemos comprobar desde el primer párrafo es un libro de humor, de un humor bastante particular, un humor chiflado y demente, que sin lugar a dudas para mi hizo las delicias.
También es cierto que este tipo de humor hay que cogerlo con pinzas, y quizás no todos los lectores están dispuestos a perderse entre los dementes párrafos. A veces se puede hacer difícil seguir un orden en la trama, pues, aunque hay una delgada línea que separa la locura de la sensatez, la trama se desplaza indistintamente de un lado a otro de esa línea.
Sin embargo, no hay que abrumarse por lo que estas líneas nos cuentan de Paco y sus desventuras, si sabes a lo que vas, no has de tener miedo de dejarte llevar por la locura y la diversión. Es inevitable la carcajada según que escena irrisoria. Es inevitable cerrar el libro con una sonrisa y querer volver a sus páginas lo antes posible. Y es inevitable querer hacer una lectura lenta, aunque su pluma sea ágil, pues lo que se pretende es disfrutar de su chaladura.
Juan F. Marín atrae con su sencilla demencia. Es divertido y original en cada uno de sus párrafos. A veces, y buscando un sentido metafórico a esta lectura, podría parecer que es un reflejo de la sociedad caótica en la que vivimos, con un exceso de información que no llegamos a canalizar y que retenemos con unos esbozos tergiversados de lo que realmente son. Podría ser esta una de esas obras que reflejan ese desbarajuste que nos rodea y quedar plasmadas en las páginas de este libro. O quizás sea solo una sencilla locura de su autor que solo pretendía distraernos con una estupenda historia de humor.