Las aguas de Tánger esperan con los brazos abiertos a Amada, la protagonista de esta historia, que acudirá al norte del sur a comprobar que en sus playas no termina el mar, sino que empieza, buscando entre los pliegues de sus olas la salvación.
Amada, la ‘malvenida’ al mundo, es una joven ácida y dulce como su sangre, abandonada a su suerte desde su nacimiento. La hija del aire, de la lluvia, del trueno y del rayo se revela a lo largo de estas páginas como un magnífico trasunto de Perséfone, la cautiva. Sin embargo, no ceja en el empeño de dejarse llevar por el viento sin perder de vista el horizonte, pero la oscuridad de un tiempo en el que las sombras secuestran a las luces, le advierte siniestra a cada paso -por voz de su celadora- que tanta libertad es mala.
Leyendo este maduro debut narrativo de Francisco Suárez se siente el golpe del cincel en la piedra, el frote de la lija dando brillo y se oye la cadencia musical de cada frase. Capítulo a capítulo, el lector queda atrapado en la precisa conexión entre los acontecimientos reales y los hallazgos complementarios de la ficción. En tiempos de la Segunda República Portuguesa -el rancio Estado Novo salazarista-, la censura ideológica, la persecución paramilitar, el autoritarismo sin freno y la penitencia católica amenazan el porvenir de un conjunto de arrebatadores personajes que van y vienen, y se mudan de ciudad constantemente huyendo de un futuro con tufo a pasado.
Por las páginas de El mar de Tánger desfilan, entre bromas y veras, una nieta del dodecafónico Arnold Schönberg, el esperpéntico Valle-Inclán, el acartonado Millán-Astray, un familiar de Ernst Hemingway, la santa Evita Perón, la emperlada Carmen Polo, la faraónica Lola Flores, un sobrino de Federico García Lorca, el salvavidas Sousa Mendes, el vividor Paco Rabal y sendos homenajes a Günter Grass y a Roberto Bolaño. Juntos o revueltos con los verdaderos actores principales del asunto, los miembros de una disfuncional familia lusa y sus más íntimos allegados conviven en la ficción.
Con Évora como epicentro, Amada y sus deudos se mueven, por necesidad o por interés, a uno y otro lado de La Raya extremeña, transitando por el Madrid de Chicote, Lhardy y Pasapoga; la Estoril refugio de monarcas y dictadores o la Olivenza reconquistada pero añorante, llegando hasta Nueva York, Ballon y Londres, por el norte, y Salvador de Bahía y Río de Janeiro, por el sur.
Haciendo un uso honesto y magistral de la intertextualidad y dando una lección de metaliteratura, el autor se afana en justificar que sin aliento, instinto y asombro no hay arte. Aunque el argumento importa, y mucho, porque el amor entre los protagonistas roza lo política, social y particularmente incorrecto, también deja meridianamente claro que la tensión está en el lenguaje, vetusto y flamante a un tiempo, y no en la trama. Con todo, sobre el viaje de Amada planea omnipresente la sombra poderosa de Francisco Suárez, el autor, pues toda novela no es sino una realidad encubierta, sutil amalgama de lo vivido y lo soñado.
Francisco Suárez
Esta es la primera novela el autor. Nació en Badajoz en 1948 y ha estado vinculado al teatro durante toda su vida. Algo que queda más que patente en su narrativa, cercana a la de los clásicos tanto en la forma como en los referentes. Ha sido el director artístico del Festival de Teatro Clásico de Mérida, ha participado en la producción de la película Latcho Drom, dirigida por Tony Gatlif y ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cannes.
Como dramaturgo destacan sus obras “Diálogos del Amargo”, “La isla de los esclavos”, “Los persas”, “Antígona o Bodas de sangre”. Se han representado en el Festival de Mérida, Festival de Almagro, Veranos de la Villa de Madrid, Festival de las Naciones en Sofía. Théâtre de la Villa en París, Festival de Nápoles… También han viajado a teatros de New York, Moscú, Londres y Chicago.
Su obra María Estuardo se estrenó en el Teatro de la Zarzuela madrileño y en el Gran Teatro del Liceo catalán.