No contaran con mi miedo. No, en pleno siglo XXI cuando la información está a la mano de todos. No, porque caer en el miedo es caer en la falta de libertades, en aumentar la psicosis y en matar (sí, matar) nuestra economía.
No soy conspiranóico, nunca lo he sido, por eso, cuando veo lo que ocurre estos días, me pregunto qué hay detrás. Y detrás veo caer el poderío chino mientras Rusia, la Madre Patria del nuevo líder supremo Putín, se lava las manos y abre el grifo del petroleo tras abandonar la OPEP. Y está, con Arabia Saudi a la cabeza, se lanza a una contraofensiva de rebajas que hacen que se tambaleen las economías mundiales.
Mientras, en España, el gobierno propone medidas para abaratar (hasta el gratis total) los despidos provocados por el coronavirus y el numero de muertos continúa avanzando a ritmo pausado y lejos de los provocados el pasado año por la gripe común.
Dentro de unos años, cuando se estudie este inicio del 2020, se hablará de la pandemia del miedo que cerró Italia, Rusia y Arabia Saudi, y que lleva por el mismo camino a España. Una pandemia de terror que ha provocado una psicosis sin igual en todo el mundo occidental, acostumbrado a que las enfermedades mortales -¿Lo es?- afecten a África pero no toquen a las sociedades del bienestar.
Ahora, la OMS, la misma que lanzó la alerta del miedo, comienza a recular. Ya deja atrás términos como pandemia y alta mortalidad, para hablar de un alto contagio de una enfermedad que, en el 98 % de los casos, no causa más que algo de fiebre y malestar. Y ya aparecen las primeras farmacéuticas con sus kits de coronavirus y, pronto, una vacuna que enriquecerá a su creador mientras el miedo ya habrá arrasado con nuestra pertrecha economía.
Y siempre me quedará una pregunta: ¿Y los autónomos cómo sobrevivirán?