Aguaviento | Miguel Ángel García Argüez

Aguaviento, con una melancólica prosa que convierte los párrafos casi en versos, es una historia de corte costumbrista y con toques de realismo mágico que nos da una perspectiva diferente de una ciudad que está acostumbrada a sonreír, pero también a sufrir.

Cádiz es mucho más que papelillos y Kazoo, y las coplas que cantan su gente no son siempre de sátira y alegría, sino la tonadilla del día a día, de gente sin rumbo en una ciudad acotada por el mar y a veces vapuleada a veces acariciada por el viento.

Una gota de lluvia, una simple gota que se filtra en los muros y que colma la resistencia de los envejecidos muros de una casa, provocando el derrumbe del techo de una de las protagonistas, de haber transcurrido unos segundos más Lachari no lo hubiera contado, pero en esta historia nada es baladí y esa gota influirá en todos los acontecimientos que están por venir en este relato. 

Miguel Ángel nos trae la historia de las tres Rosarios, tres mujeres de tres generaciones que luchan en su día a día por sobrevivir en una ciudad que todavía conserva un gran número de inmuebles considerados infravivienda. En ese mundo de puntales y escombros cuentan sus vidas madre, hija y abuela.

Retrata una realidad que durante muchos años se cubría con tupido velo, mientras florecía paralelamente la especulación haciendo cada vez es más difícil acceder a una casa que esté dentro del presupuesto de los gaditanos. Una ciudad donde crece la oferta de pisos turísticos mientras que sus vecinos son expulsados a las afueras.

En este caos, conoceremos a otros personajes secundarios que irán convergiendo en torno a las Rosarios y su historia central, nadie tiene que ser quien aparenta ser, el delincuente puede tener valores y el hombre respetable puede carecer absolutamente de ellos. 

Y en toda esa maraña de historias se alza un personaje, Doña Charito, la matriarca de la familia, ahora en su particular retiro de las decisiones de la familia, con un mutismo selectivo que rompe para hablar con la niña que vive en el socavón, así con gaviotas consejeras y los gatos que auxilia.

Doña Charito tiene un corazón bondadoso, tiene el don de comunicarse con entes y animales que pasan desapercibidos al resto de los mundanos transeúntes. Pero no es ninguna señora senil que pasea por las calles de la plateada ciudad, Doña Charito sabe cuidar de su familia y eso hará.

Definitivamente Aguaviento ha sido una lectura ágil que he devorado en dos tardes y una noche. Tiene una trama adictiva que te pide pasar una página más, un lenguaje poético pero cercano y con toques de humor que adornan selectivamente el más gris de los días que pueda tener la ciudad andaluza. 

Como en muchas historias, este libro tiene un final, no es un final feliz ni triste, ni siquiera parece ser el final de la historia de las Charos, pero si el final que aquella gota de agua inició.

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