Plata quemada de Ricardo Piglia

Si Plata Quemada fuera una imagen sería, sin lugar a dudas la hoja de un cuchillo: herrumbroso, afilado; pero sobre todo sería un frasco pequeño, un tarrito como los que se utilizan para guardar la esencia de un buen perfume. Y es que resulta difícil encontrar en la literatura, tanto contemporánea como clásica, una obra en la que, a pesar de su contenido tamaño, logre encerrar tantos demonios.

Pero Plata Quemada no sólo destaca por su fondo. Es también en la forma una obra importante. No en vano, el autor hace uso de una serie de voces para articular la historia. Desde un narrador omnisciente o apuntes periodísticos o escuchas clandestinas de los propios personajes; como también los diálogos modulados en lurfando, la jerga de la región donde tiene lugar la acción. Todo esto confiere a Plata Quemada una composición poliédrica que -y ahí radica el buen trabajo del autor- no llega a chirriar. Será por la coincidencia temporal o por el origen espacial, pero en algunos pasajes recuerda al mejor Roberto Bolaño.

¿Y qué cuenta la obra? Hechos verídicos. La trama de un robo de un banco y cómo, posteriormente, los delincuentes deciden quedarse para ellos con todo el dinero, dejando atrás a las fuerzas invisibles que les han facilitado el golpe. Para acabar mal, pero eso ya estaba escrito antes de que sucediera. Aunque la historia principal no sea más que la excusa para contar algo más, casi un ensayo sobre la inmoralidad. Eso cree la crítica. Mi opinión es que el autor quiere profundizar un poco más en esa herida de la sociedad. No hay más que leer la cita de Brecht que abre la obra. Es cierto, que no existen perfiles buenos, ni malos. ¿Acaso en lo cotidiano se dan? 

Piglia articula una nueva moralidad, ajena a la que creemos aferrarnos, a espaldas de ésta que desaprueba el robo de un banco o el punto álgido de la historia, cuando prenden fuego al botín, pero que defiende el enriquecimiento inmoral de los bancos, hasta el punto del linchamiento público de un moribundo. Otro tema de amplio calado sería la homosexualidad, su exclusión; y cómo uno de esos “desviados”, un desecho generado por la propia incongruencia social, es capaz de destacar en caracteres marcadamente varoniles frente a los (¿Qué puede ser más macho que un?) policía.

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