Hace ya un año era impensable para la gran mayoría de los humanos y, en especial en España qué iba a ocurrir con una, en principio, epidemia que, al parecer no era más que una gripe y que conforme un Gobierno inexperto y recién salido de las urnas ponía en marcha una serie de medidas como fue el repetitivo Real Decreto-ley, entre las que se encontraba el estado de alarma y otros muchos más golpes similares que nos encerraron en nuestras casas y tristemente veíamos morir conciudadanos nuestros, por miles, todos los días. Los españoles distinguidos entre esenciales y no esenciales nos recluimos con medidas drásticas y, en principio lo que era como un gran “ensayo de amenaza de bomba”, vimos cómo se convertía no sólo en esa gran e incalculable pérdida de personas y las secuelas que esta pandemia dejaba, sino que veíamos alrededor la desazón y la depresión que se adueñaba de la sociedad civil.
Se ha legislado como antes he dicho, de forma improvisada y el Gobierno con tal de no perder credibilidad, empezó por repartir “café para todos” sin saber que nuestro endeudamiento subía por día y que no podía taponar la sangría de pérdidas humanas que íbamos teniendo. Se dijo que antes era la salud que nada y así lo entiendo, pero tuvo que ir acompañada de medidas para no caer en el estado ruinoso en el que nos encontramos. Pero hoy, los ciudadanos, unos asustados, otros conmovidos y otros desesperados, ven como la vida ha ido cambiando poco a poco y pensamos que qué ocurrirá cuando la pandemia termine. Es decir, cuando tengamos que remitirnos a fechas antes de aquél estado de alarma en el que primaron la ignorancia y el desconocimiento y la sociedad ya es otra.
Si es verdad que las vacunas van a corregir cuanto hemos sufrido, la vida ya será otra. Muchos añorarán el último beso que le dieron a ese ser querido que falleció solo, otros recordarán aquellos nietos o abuelos que lo desgajaron de la familia y no podían verse por razones del contagio, millones de trabajadores se han acogido al teletrabajo y ya no se acuerdan ni de qué color era la mesa en la que trabajaban antes, la administración ya está perdida, pues aunque los móviles y teléfonos han hecho un papel importantísimo nadie contestaba y no digamos de los correos electrónicos fríos que de manera impersonal y a cualquier hora alguien los escribía para cumplir con su trabajo, pero dudas fueron todas, respuestas certeras las menos y todo un revuelto y conglomerado de situaciones negativas que han hecho imposible ser lo que éramos. Hasta los compañeros de trabajo ni siquiera coinciden en sus funciones, pues la webinar es la herramienta de moda y ha convertido nuestro quehacer diario en algo impersonal, frio y sin atractivo.
Las entidades financieras se acogieron a su horario y ya tu única conexión con ellos es la vía telemática o el cajero, pues para hablar de algo personal ha existido una figura como ha sido la “cita previa” que tanto las administraciones como muchos particulares la han utilizado como arma para retenerte y despegarse de todo aquello que fuese el contacto personal. Es decir, han acabado los actos sociales, las comidas en familia, los viajes de placer, las rutas turísticas, los transportes del ocio y hasta las propias iglesias han separado sus fieles limitando sus entradas y guardando las distancias, pues ya para qué sirve entrar en una gran superficie, comprar alguna prenda para estrenarla en algún evento social, cuando cada día el panorama es más negro y las perspectivas es de auténtica soledad. Por eso, después que esto acabe y ojalá que sea pronto, habrá que pedir responsabilidades para quienes actuaron irresponsablemente, pues también actuar con desconocimiento y negligencia es un delito y más cuando la vida de los españoles ha estado destrozada en las UCIS de los hospitales, con familias sin contacto y miles de muertos que nunca ya serán velados ni tendrán una despedida digna entre sus familiares. Y gracias al personal sanitario que con su aliento y, al principio sin medios, se ha sobrepuesto y ha encajado valientemente el demostrar su vocación y el deber cumplido.
Por eso, ¿qué vendrá después?. Pues está claro. Una desilusión manifiesta, médicos afrontando depresiones y psicólogos ayudando, personas que dejaron sus tertulias y rompieron sus costumbres, una cultura no puesta al día y millones de trabajadores que no tienen qué llevarse a la boca, ya que solo les espera un triste desempleo. Por tanto, lo peor viene ahora. No nos confiemos. Una vez que podamos solucionar todas las consecuencias de este COVID la vida no será la misma. Muchos ni nos conoceremos, pues la mascarilla será una prenda de vestir más y habrá tantos cambios en costumbres y en la forma hasta de vestir que seremos muñecos tipo marioneta donde marcharemos por la nueva vida sin saber qué nos espera y sin encontrar todo aquello que vivimos, que por cierto serán muchas cosas, pues hasta posiblemente no sabremos ni abrazarnos y nos quedaran muchas secuelas para cuando veamos algún conocido que ha pasado el covid irnos a la otra acera.
En resumen, será difícil volver a lo anterior, principalmente porque faltaran muchos de los nuestros y en segundo lugar, porque un país económicamente hundido será un verdadero sacrificio el remontarlo para poder seguir un nuevo horizonte el cual desconoceremos y si los gestores de todo esto han demostrado no saber, cuando se trataba de vidas humanas, díganme qué nos va a quedar de esta España vacía.
Fdo.: José Blas Fernández Sánchez.
Pepe espero que todo no sea tan drástico, aunque por otro lado y teniendo en cuenta quiénes gobiernan este país, puede que si sea así. Fuerte abrazo, querido
Estamos pasando por unos graves momentos de todo orden, y veo que después del Covid, la mano alargada de este gobierno social-comunista, si sigue en España, la ruina será tremenda. Es verdad lo que dice este autor o comentarista, el Covid tras la pandemia nos va a dejar como cuando pasaba el caballo de Atila y levantar a España será terrible pues hasta las costumbres nos las han hurtado y seremos seres sin nada que ofrecer, pues entre la pandemia y la gestión terrible de este gobierno, diremos como Alfonso Guerra, a España no la conocerá ni la madre que la parió.
Totalmente de acuerdo con D. José Blas, nos ha azotado el mayor sunami de los últimos 100 años con la peor tripulación posible. Dicho esto sigo confiando en este país y en la mayoría de españoles de bien. Ya lo dijo el canciller alemán Bismarck: España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos intentando autodestruiese y todavía no lo han conseguido.
Llevo tiempo siguiendo a este columnista y cada vez me engancha más. Expone la realidad como pocos. Es verdad que una guerra según quien la dirija será menos trágica pero España ha tenido la peor de las suertes en todos los aspectos. Esperemos que sigamos resurgiendo de nuestras cenizas. Ojalá todo vuelva a lo antes del 14 de marzo de 2020 y podamos contarlo aunque nunca será igual….faltan muchos que han perdido la vida. Enhorabuena José Blas por este artículo.