Puede que cuando pensemos en literatura inglesa nos vengan a la cabeza tazas de té humeante, brumas londinenses o pubs ruidosos llenos de pintas espumosas. Pero hay un invitado inesperado que lleva siglos colándose entre las páginas y los brindis literarios británicos: el vino de Jerez.
Sí, ese mismo Jerez andaluz, dorado o ámbar, ha sido protagonista silencioso —y a veces bastante ruidoso— de muchas obras maestras de la literatura inglesa. Mucho antes de que el vino español se pusiera de moda entre los modernos sommeliers, ya era adorado por escritores, personajes y lectores de la vieja Albion.
Shakespeare y su amor jerezano
El primero en levantar su copa (y su pluma) fue nada menos que William Shakespeare. En varias de sus obras, el «sack» —como se conocía al Jerez en la Inglaterra isabelina— aparece mencionado con entusiasmo. Uno de los mayores fans era Falstaff, el regordete y entrañable bebedor que en Enrique IV llega a decir que el vino de Jerez “hace subir el espíritu al cerebro”, y que es, literalmente, lo que “inspira el valor” de los hombres.
Para Shakespeare, el Jerez no era sólo bebida: era musa. Y, entre líneas, también era símbolo de sofisticación, exotismo y placer importado de tierras cálidas. ¿Quién podía resistirse?
De Lord Byron a las tardes victorianas
Un par de siglos más tarde, Lord Byron —que nunca fue muy amigo de las normas ni de la templanza— también dejó constancia de su aprecio por el Jerez. Mientras el romanticismo británico se debatía entre montañas heladas y amores imposibles, Byron prefería hablar, de vez en cuando, de placeres más tangibles: el vino de Jerez, claro, era uno de ellos.
Durante la época victoriana, el Jerez se convirtió en un imprescindible en las casas inglesas. No había salón de té respetable que no ofreciera un vasito de sherry antes de la cena. El «sherry hour» era tan típico como los retratos de familia sobre la chimenea. Dickens, en sus novelas, refleja esas costumbres en escenas donde el Jerez aparece como compañero discreto en reuniones familiares o conspiraciones sociales.
Sherry en el siglo XX: de Agatha Christie a la nostalgia
Ya entrado el siglo XX, el Jerez siguió apareciendo, aunque más como una reliquia de tiempos mejores que como una moda viva. Agatha Christie, que tan bien retrató la alta (y no tan alta) sociedad británica, mencionaba a menudo el Jerez como la bebida que acompañaba confesiones, engaños y pequeños escándalos en las mansiones campestres.
Incluso en los thrillers de espías de Graham Greene o en las novelas de Evelyn Waugh, el sherry tiene algo de ritual: abrir la botella, servir con parsimonia, y prepararse para conversaciones que, casi siempre, esconden algo más.
Un brindis literario pendiente
Hoy, el vino de Jerez ha recuperado parte de ese aura de bebida especial, gracias a chefs, escritores gastronómicos y, sí, algún que otro novelista contemporáneo. Pero su lugar en la literatura inglesa ya estaba asegurado mucho antes: como símbolo de una conexión entre dos mundos, como recordatorio de que el placer —cuando es compartido en buena compañía— merece su propia página en la historia.
Así que, la próxima vez que te cruces con Shakespeare, Dickens o Christie, no olvides imaginar, entre escena y escena, una copa dorada de Jerez brillando a un lado. Porque, después de todo, algunos grandes secretos de la literatura empiezan, sencillamente, con un buen brindis.