
Pertenecer a una Cofradía o Hermandad conlleva unos compromisos que deben ser de tal envergadura que no cabe duda de que se ganan bien con el tiempo o bien por vocación y convencimiento de donde uno está. En un siglo XXI entregarse de lleno para cumplir con un precepto al que uno acude voluntariamente, es algo que te debe marcar para siempre y que te hace pasar por el calvario de la vida, pero confiando siempre en que cumples con tu deber de cristiano y que dejas huella para todos los que te conocen y te han visto crecer en esos valores que tú atesoras, lo que hace que ser cofrade o hermano no es un acto efímero.
Hoy, pertenecer a una cofradía o hermandad es dar ejemplo claro de lo que es ser un buen cofrade, cosa que no existe por desgracia para muchos, porque cumplir los estatutos de una hermandad y ejemplarizar con ellos a quienes te rodean no es tarea fácil, por lo que ese culto externo que le damos a nuestras sagradas imágenes, principalmente en la Semana Santa, donde nos ponemos la medalla, la túnica y hasta lloramos cuando el mal tiempo nos obliga a quedar en casa, debe ser una consigna permanente para vivir y cumplir como cristiano, con el corazón abierto y con la humildad de servir a los demás, porque cargar un “paso” o un “trono”, saber mecerlo y recibir aplausos en la calle de la manera que en los hombros de los cargadores se lleva no es ningún acto circense, ni ningún espectáculo que por ser aplaudido te conviertas en ser mejor. Ser cristiano y palpar a tu cofradía supone obligaciones y valores tan llenos de eficacia que desde que uno es bautizado hasta llevar un ejemplo de vida es lo que realmente te hace vivir lo que uno quiere y lo que nuestros Titulares piden de nosotros.
En las hermandades hay que dar ejemplo permanentemente de las bienaventuranzas que es lo que abre “el sermón de la montaña” y contiene la “carta de identidad” del cristiano. Cuando Jesucristo dice que hay que ser pobre, ser manso y ser misericordioso es algo tan importante que sólo revela de por sí el camino a la felicidad. En las cofradías existen verdaderas obras de caridad con las personas vulnerables, pero no puede quedar en unos simples alimentos o bolsas de caridad la misión a seguir, si no tienen el amor al prójimo y saber compartir su dolor, porque hay que saber dar un paso adelante y no un paso atrás y es necesario despertar a las personas que necesitan de ti, ayudarles en el dolor de sus vidas, porque desgraciadamente existe mucha hambre y sed de justicia. El hambre por un lado es una necesidad primaria, pues se trata de la supervivencia y es una necesidad vital y cotidiana como es la alimentación, pero el hambre y la sed de justicia de la que nos habla el Señor es aún más profunda que la legítima necesidad de justicia humana que todo hombre lleva en su corazón, pues incluso hasta las personas más corruptas y alejadas del bien necesitan el consuelo y la ayuda de ese cofrade que sabe acercarse con ojos misericordiosos para que nuestro hermano sepa liberar el corazón de sus engaños para que no generen nuevas faltas.
Hoy, ser cofrade no puede quedar en saber quién estrena mejores túnicas e insignias de la hermandad, porque ese no es el fin de la cofradía. Ser cofrade es vivir un año grande, pero nunca participando con la boca chica de lo que somos, porque ese fariseísmo que muchos mantienen solamente sirve para la crítica, la destrucción y el no vivir para el prójimo que es por quien se está en una cofradía. Pensemos que una cofradía es el anexo de dispensarios, terminales de sida, asilos, centros de discapacitados, hospitales, ayudas sanitaria y compartir tanta labor de los misioneros y no olvidar que ni Caritas y Manos Unidas están ahí para que le echemos una moneda en el cepillo. Ser cofrade es compartir más de 400 centros de reeducación para marginados sociales, exprostitutas, expresidiarios y extoxicómanos que junto con 950 orfanatos que hay en toda España y que albergan a más de 20.000 niños abandonados es la verdadera ofrenda y amor al prójimo que debemos tener. Por ello, hay que ser cristiano con la boca grande, sin miedo, asomándose a la ventana y diciendo a todo el mundo el compromiso de cofrade que uno tiene y pertenezcamos a cualquier corporación como cofrade y hermano, así como entregándonos a nuestra labor vocacional es lo que debe imperar.
En definitiva, ser un hermano de cualquier cofradía o hermandad nunca se puede sostener con la boca pequeña.
Fdo.: José Blas Fernández Sánchez.
Magnifico artículo.
Esto lo debían de leer muchos capillitas que solo saben salir en desfiles procesionales y durante el año no pasan ni un solo día por las capillas de los Titulares. Después se disgustan porque los critican y son críticas muy veraces y ciertas.,Más obras de Caridad y mejor atenciones al prójimo.
Estupendo artículo en estos días en que muchos son cristianos y capillitas porque es lo que se lleva,porque es la moda y porque hay que retratarse. Desde luego una buena reflexion para tener en cuenta. Enhorabuena Sr. Blas
El articulo representa el perfecto sentir de lo que debe ser el concepto cristiano de «ser un cofrade».
Y me consta que el autor es un fiel reflejo de ese sentir.
Y que verdad es que al llegar esta Semana cristiana nos quedamos en muchas ocasiones en la «parafernalia » de los penitentes , de los tronos, de las bandas del espectáculo en si , sin acordarnos de todo lo que, como bien nos relata el autor, hay detrás.
Una cofradía es algo más.
Es un mundo de convivencia cofrade, es un mundo de ayuda al prójimo y de puesta al día de infinitos valores humanos sin ningún tipo de diferenciaciones.
del verdadero sentir cristiano que hay detrás.
Muy acertado comentario.