Sala de interrogatorio con Benito Olmo

Lo tenemos. La voz del comisario resuena autoritaria, el tono no da lugar a dudas y me apremia para que mueva el culo. Me quiere allí y me quiere ya.

Es hora punta, el tráfico no facilita las cosas; aun así, consigo alcanzar mi objetivo en poco menos de quince minutos. Mucho menos de lo previsto.

Deambulo por una encrucijada de pasillos que son un hervidero de agentes de uniforme que hombrean para abrirse paso.

Continúo hasta llegar a la sala de interrogatorios. La puerta está entornada, el comisario Mariño sabe de mi presencia allí a pesar de mi cautela al amortiguar mis pasos. Resulta tan sagaz como un tiburón blanco cuando huele sangre. Su lenguaje corporal me da la bienvenida en ausencia de palabras. Las arrugas de su rostro se contraen en un gesto que conozco como si fuera la palma de mi propia mano. Antes de acercarse hasta mi posición, apaga su Ducados en un cenicero colmado de colillas. Se pasa por el forro la ley antitabaco.

Los he visto más rápidos, dice mientras me escruta con su altivez habitual. Resulta tan acogedor como siempre, hay cosas que nunca van a cambiar. Si no puedes con el enemigo, únete a él.

—¿Qué tenemos? —pregunto en un acto inconsciente.

—Eso lo tendrás que averiguar tú, que para algo te pagan.

A un lado, en una mesa cercana, descansan algunos objetos personales. Mariño lee mi pensamiento y torpedea mi siguiente pregunta.

—Está limpio como una patena. En el cacheo únicamente hemos encontrado un puñado de buenas novelas, que obviamente son suyas. Así que sigue tú con el resto…

Una pátina de sudor cubre el rostro de nuestro ilustre invitado, Benito Olmo.

Le doy los buenos días , saco mi libreta y sin más dilación me lanzo a bombardearlo a preguntas.

El interrogatorio

Cuéntanos algo de ese Benito Olmo enraizado que hemos visto plasmado en obras como “La maniobra de la tortuga” o “La tragedia del girasol”, hasta llegar a esa versión más cosmopolita que se desprende en Frankfurt a través de “El Gran Rojo”.

Me gustan los desafíos. De ahí que haya ambientado mis novelas en Granada, Cádiz o Frankfurt, lugares en los que he vivido y que he llegado a conocer bastante bien. Es muy estimulante descubrir una ciudad escribiendo sobre ella. De hecho, no descarto volver cambiar de residencia y de escenario en el futuro.

La novela negra clásica cuenta con una serie de registros que han ido desapareciendo para dar paso a otros cánones. Actualmente, ¿crees que los autores se han visto obligados a ser más comerciales para tener más y mejor acceso al gran público?

Es cierto que los lectores han cambiado. Ya no son los mismo de hace veinte años y, por tanto, demandan otro tipo de entretenimiento y otros códigos. Sin embargo, creo que cuando un autor trata de corregir el rumbo para contentar a los lectores, termina fracasando estrepitosamente. Los lectores, sobre todo los de novela negra, son muy exigentes y detectan enseguida cuando están tratando de venderles una moto que no anda.

Toda novela negra que se precie está regada con la sangre de los personajes. En este sentido, ¿a qué personaje te ha costado más matar y por qué?

Te confieso que me costó mucho afrontar el final de La maniobra de la tortuga. Tanto es así que llegué a cambiarlo varias veces. Y me vas a disculpar que no cuente mucho más, pero no quiero estropearles la experiencia a los futuros lectores.

En la novela negra hay muertes, extorsiones, chantajes, mentiras, deslealtades…¿Estamos ante una extensión de una realidad más cercana de lo que creemos?

La materia prima con la que trabajamos los escritores es la realidad. La novela negra es un vehículo formidable para señalar todo aquello que está mal o que es mejorable. En mi caso, observo la realidad muy de cerca, tanto que se le ven las costuras.

A propósito de tu ciudad natal, Cádiz desprende luz y alegría por los cuatro costados, pero también está asediada por algunos monstruos que la ensombrecen. ¿Es buen lugar para inspirar una novela de género negro?

Por supuesto. Cadiz tiene mucha luz y alegría, pero si te quedas sólo con esa imagen, te estas perdiendo el resto de la fotografía. Donde hay luz, hay sombras, en forma de desempleo, corrupción, narcotráfico, violencia… Por eso me empeño en mostrar un Cádiz más real que el que aparece en las campañas de las agencias turísticas que venden sólo la parte de la ciudad que les interesa.

Habida cuenta del impacto que la cultura, y más concretamente la literatura, tiene en nuestra sociedad ¿crees que el género negro goza de buena salud?

Sin duda. Es un género que está por encima de modas, ya que existe desde hace muchísimo tiempo. Leer sobre la realidad es una buena manera de entenderla y hacerle frente, así que resulta en cierto modo lógico que, en un tiempo en el que palabras como suicidio, corrupción o narcotráfico están a la orden del día, los lectores demanden lecturas que les hablen sin tapujos de estos temas.

A la hora de idear e hilar historias, ¿la realidad supera a la ficción?

La realidad coloca límites a la ficción. A la hora de componer una novela negra, hay que ser muy cuidadoso con los detalles y tratar al lector de una forma honesta. Por ejemplo, en la vida real, la resolución de muchas investigaciones está muy influenciada por los golpes de “suerte” que inclinan la balanza hacia el lado de los investigadores, pero los autores no podemos permitirnos algo así. Ese es el motivo de que los protagonistas de mis novelas no crean en las casualidades.

El escritor ¿se hace o se nace? ¿Dónde se fijan tus influencias?

Un escritor no es otra cosa que un lector voraz, que trata de devolver a los libros todo el disfrute y la pasión que estos le han transmitido. Este oficio tiene mucho más de horas y de trabajo que de talento. Palabras como “inspiración” me resultan ajenas y te aseguro que si no dedicara tantas horas a lo que hago, mis novelas no llegarían muy lejos.
En cuanto a mis influencias, se lo debo todo a mis primeras lecturas. De crío, leí y releí a Agatha Christie, Patricia Highsmith, Chandler, Vazquez Montalban… Ellos me convirtieron en lector, primero, y en escritor más tarde.

Queremos conocer mejor a Benito Olmo en su faceta más personal, cuéntanos algo de tus manías o rituales más habituales a la hora de escribir.

Escribo a primera hora de la mañana, que es cuando me siento más creativo. Me levanto y, antes de desperezarme, me siento a escribir. Creo que al estar todavía medio dormido, mi cerebro rinde mejor y tiene más facilidad para concentrarse. Y, por supuesto, no puede faltar café.

Tres títulos imprescindibles del género que no pueden faltar en tu estantería.

Todos los detectives se llaman Flanagan, de Andreu Martín y Jaume Ribera.

El poder del perro, de Don Winslow.

El eco negro, de Michael Connelly.

Cuéntanos un poco cómo ha sido el proceso de adaptación de “La maniobra de la tortuga” a la gran pantalla.

Ha sido lento y muy farragoso, pero también muy emocionante. Es reconfortante ver a tanta gente implicada en un proyecto que nació en la soledad de mi escritorio. Considero que se trata de una adaptación bastante digna.

¿Qué nos puedes contar de tus próximos proyectos?

Ando metido en una nueva novela ambientada en Frankfurt que verá la luz a principios de 2023, si nada se tuerce. Y también hay otros proyectos de los que no puedo contar absolutamente nada, pero que me tienen con la cabeza loca.

¿A qué autor/ra de género negro te gustaría que entrevistásemos en próximas entregas? Venga, mójate

Os invito a entrevistar a Susana Martín Gijón, una autoraza que tiene mucho que contar

Benito, ha sido un verdadero placer tenerte con nosotros en este primer encuentro digital. Agradecemos tu amabilidad y esperamos verte pronto junto a Bianquetti en la plaza Pinto, degustando una deliciosa caballa con piriñaca.


Muchas gracias a vosotros. Espero que nos veamos pronto.

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