La ciudad de los vivos | Nicola Lagioia

Pedro Padilla

La Ciudad de los Vivos pertenece al subgénero de la novela negra llamado true crime. El adversario de Emmanuel Carrere o A Sangre fría de Truman Capote se mencionan entre sus grandes exponentes. La diferencia entre el true crime y la novela negra convencional es la falta de ficcionalidad. Novelizan crímenes reales. Emplean recursos de ficción para desarrollar el proceso de investigación.

En marzo de 2016 en Roma dos jóvenes de familias acomodadas, Manuel Foffo y Marco Prato, tras consumir cocaína y otros estupefacientes por valor de 2000€ drogaron, torturaron y asesinaron a Luca Varani. Tenía 23 años. Su extracción era humilde. Conocía a sus asesinos del mercado del sexo y la droga. Varani se prostituía y trapicheaba con cocaína.

La Ciudad de los Vivos juega a ser un poliedro. Pretende abarcar desde todos los puntos de vista el execrable crimen. Nicola Lagioia, su autor, con minuciosidad artesana construye la vida de cada uno de los participantes, se entrevista con sus amigos y conocidos, juega a meterse en la cabeza de los autores del crimen, de su familia. Plantea las dudas que la opinión pública lanzó a la propia víctima por su dedicación al menudeo y a la prostitución. El trabajo es de orfebrería.

Una lectura en profundidad nos muestra que por muchos ángulos desde los que se quiere abarcar, solo existen tres dimensiones. Y no nos referimos a la materialidad. La historia solo cuenta con tres vertientes. El propio crimen. Construido en la obra con elegancia pero que de forma innegable se convierte en un pozo del morbo. Lagioia sabe administrar el suministro de información. Facilita con paciencia, sabedor que el lector se mueve por instintos básicos. Los hechos se convierten en la droga del lector. La ansía, la necesita y la busca. Pero a fin de cuentas esto no es literatura, es crónica, es realidad.

La otra dimensión la ocupa la ciudad de Roma. A lo largo de la obra Lagioia se empecina en vincular la comisión del crimen con el lugar. Nos muestra una ciudad decadente, una ciudad sucia, empobrecida, afectada por un turismo de baja calidad y que es presa de la actividad de las mafias locales. Roma empuja a la muerte, la cobija en su seno. Los informes psiquiátricos ponen de relieve que el crimen no es producto de las causas habituales. Hay una perversión, un odio, una carencia de empatía. Y para el autor, romano de procedencia, es la propia Roma el colaborador necesario, el infierno donde se desencadena el mal.

La última dimensión es quizá la más interesante, la más rica desde el punto de vista analítico y antropológico. En lo que se refiere a espacio en la obra es la que menos ocupa. A veces pasa desapercibida, oculta tras el reclamo que supone el crimen. En las páginas de La Ciudad de los Vivos se produce un análisis antropológico de gran interés de todos los elementos participantes en el crimen. Desde la misma ciudad de Roma, el ambiente opuesto de la víctima y sus verdugos o el ambiente gay de la juventud tan dispar del de generaciones anteriores.

Habitualmente este tipo de libros me resulta como una comida en un sitio de comida rápida. Me quitan el hambre, pero no me aportan los suficientes aportes nutritivos. En cambio, La Ciudad de los Vivos contiene suficientes elementos de otras disciplinas para ser algo más la crónica de un crimen real.

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