Marta de la Fuente Soler revitaliza en «Galernas» el difícil género del realismo mágico

La reina lectora

Si hubiera que definir en una palabra la obra de Marta de la Fuente Soler (Bilbao, 1990), esta sería «disfrutar». Disfrutar del proceso de creación de las historias, y nunca tomarse excesivamente en serio a uno mismo, ni fingir una pose intelectual impostada. Disfrutar es el tributo que la literatura se merece, atesorar sentimientos auténticos que nos pertenecen solo a nosotros mismos.

Cuando uno es aficionado a un género como el del realismo mágico, puede que no tenga demasiada facilidad para encontrar novedades en el mercado. Puede que sea necesario tener que recurrir continuamente a autores y obras del siglo pasado para satisfacer sus necesidades literarias. Aunque quién sabe si esta situación no está a punto de dar un giro radical con la irrupción de Marta de la Fuente Soler y su Galernas, una oda a todo aquello que ama en su vida: el humor, los sueños, su padre o el mar.

La primera pregunta sería qué lleva a una escritora que aborda su primera novela a lanzarse a un género tan complicado y en el que existen pocos referentes, si bien es cierto que entre ellos hay un gigante como Gabriel García Márquez. La respuesta tal vez sea que son los libros los que eligen el género en el que quieren ser escritos, como parece insinuar la propia autora: «Este género me pareció el idóneo para encuadrar la historia que quería ser contada. Realmente, es que no me lo pareció, salió así, quiero decir que no lo recuerdo como una decisión consciente, sino que sentí que no podía ser de otro modo. Lo he dicho en otras ocasiones, no soy partidaria de intelectualizar en exceso el proceso de escritura. Ni el propio ni el de nadie. Las canciones se componen o se escuchan, los libros se escriben o se leen; luego, lo que te han hecho sentir, tanto si estás a un lado o al otro de la orilla, solo lo sabes tú, y eso es lo que cuenta».

Marta de la Fuente

Otra posibilidad es que Marta de la Fuente sea un poco como el protagonista de su Galernas, ese muchacho insólito que se lanza a dar la vuelta al mundo a bordo de su velero nada más cumplir los diecisiete años, que es además un brillante científico e inventor y que puede, ahí es nada, teletransportarse. Un chico muy poco usual que no duda en ir en pos de la aventura. Aunque la bilbaína es muy clara con esta hipótesis: «Manuel Abelardo si bebe de alguien es de mi padre».

Ese homenaje a la figura de su padre, a la infancia perdida, con reminiscencias de El principito, a la mar, a los sueños… Todo eso confiere un aura de espiritualidad a esta obra que, por otra parte, asegura Marta de la Fuente, es algo normal, porque es inseparable de cualquier persona: «Ser espiritual es inherente al ser humano, por tanto, me guste o no, que me gusta, todos somos espirituales. La cuestión es, o bien vivir siendo consciente de esta espiritualidad y hacerla tu aliada, o ignorarla completamente. Ahí cada uno, según considere».

Aunque Galernas es la primera novela de esta escritora bilbaína, no es su debut literario, puesto que hace tiempo, bajo el seudónimo de China Iturriko, publicó el libro de relatos urbanos Historias de una generación. Por aquella época fue cuando se planteó escribir su primera novela, aunque, tal como rememora, acabó decantándose por el formato del relato: «Me hallaba escribiendo una novela pese a que seguir adelante con ella no me acababa de convencer. Todos estos relatos tratan sobre gente joven en busca de “su verdad”, así que fueron tomando, casi sin yo darme cuenta, tanta fuerza en mi cabeza que abandoné la novela, sin ningún tipo de remordimiento, y admití la supremacía de esos pequeños relatos. Tenían mucha más garra. Decidí apostar por ellos y salieron quince».

Sobre si en el futuro seguirá apostando por la novela frente al relato, o viceversa, o continuará cultivando el género en el que han llegado a compararla con el propio García Márquez, su ídolo y referente, Marta de la Fuente Soler solo tiene claro que escribir ha de servir para disfrutar: «A mí lo que me parece complicado, o más bien tedioso, es escribir sobre lo que no se quiere escribir. Galernas la escribí por puro placer. Me he dado cuenta de que escribo más lento cuando abordo este género, pero, a la vez, mi predisposición para el humor es más ágil porque este surrealismo permite situaciones más estrambóticas, y eso me divierte muchísimo, personalmente, siempre me ha gustado reír y hacer reír. Es un deleite el que un libro te haga soltar una carcajada, ni qué decir reírse como un niño releyendo una broma que tú mismo has parido. Ese es uno de los grandes placeres que me trae el escritorio».

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