Los días perfectos | Jacobo Bergareche

El género epistolar no vive su momento más prolífico. Los cambios sociales que conllevan el paso de comunicación del envío postal al correo electrónico y a la mensajería instantánea tipo de WhatsApp o Telegram, con la pérdida de madurez en lo escrito y la inmediatez de la recepción entre otros factores, han modificado nuestra propia configuración en la comunicación. Obras extraordinarias como Frankestein de Mary Shelley, Flores para Algernon de Daniel Keyes o La caja negra de Amos Oz hoy probablemente sufrirían un enfoque diferente al epistolar. O no. Existen Galias. Obras que se empeñan en ir contra el tiempo que les ha tocado vivir o que tratan de adaptar el género. Cosa diferente es el resultado. Contra el viento del norte de Daniel Glattauer es el testimonio de una relación amorosa que crece a través del correo electrónico. Una obra infumable.

Los días perfectos está configurado a través de dos extensas cartas. Ambas escritas por el mismo personaje. Y ambas marinadas con otras cartas que fueron en el tiempo, como la que corresponde a William Faulkner con su amante a lo largo del tiempo, que también sucumbieron.  Cada carta ejerce el rol de némesis de la otra. La primera carta va dirigida a la amante. Es una carta que profundiza en el enamoramiento inicial, en los hechos, en la felicidad que supone transgredir las líneas de un matrimonio oxidado. La otra carta tiene como destinataria la cónyuge a quien pertenece la voz del narrador. Supone una autopsia. Desmiembra cada elemento de la relación muerta para observarla, para comprender cómo lo que una vez fue hermoso ha acabado por sucumbir al tiempo y al tedio. El amor ha sido y será uno de los temas recurrentes de la literatura universal, compartiendo protagonismo con la muerte. Al amor debemos obras tan dispares como El amor en los tiempos de guerra de Gabriel García Márquez, Todos los nombres de Jose Saramago o Seda de Alessandro Baricco.

Más allá de esta cronología evidente del amor, el tema principal —de ahí el título y la extraordinaria cita de Abderramán III que abre el libro— es la felicidad.

«He reinado cincuenta años en Córdoba. Amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres, aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. En esta situación he anotado los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman catorce, y no todos seguidos».

Los días perfectos ejerce de cierta aproximación a un ensayo sobre la felicidad. ¿En qué consiste? ¿Cómo se consigue? ¿Cuándo llega a escapársenos de las manos? Todo ello a través de vidas de unos personajes dotados de una gran carga de verosimilitud y con una exposición narrativa muy por encima de la media.

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