La pandemia del coronavirus, aun cuando se esperaba desde enero que podía crear una grave situación para la salud, cuando realmente nos confinaron y el 14 de marzo entramos en ese desfiladero mortal, el ejecutivo comenzó en una fulminante diarrea legislativa a regular las condiciones de trabajo para todas las empresas, las cuales hasta el momento venían en un ritmo ascendente, tanto en la productividad como en la competitividad, pero tras aparecer el primer Real Decreto-ley del estado de alarma, tanto las empresas esenciales, declaradas así con un bonito nombre, pero martirizadas en su trabajo, así como las que no lo eran, sólo conocían por los medios de comunicación y envueltas en el miedo de la salud, los pasos que poco a poco se iban dando para regular sus relaciones laborales.
Afortunadamente, los ERTES ya estaban regulados por el Gobierno anterior al actual. Es decir, tenían la herramienta y solo se limitaron a ampliar la prestación económica del desempleo pese a no tener los trabajadores periodos de carencia y es ahí, cuando las asesorías jurídicas aglutinadas principalmente por los Graduados Sociales, Abogados, asesores y otros, empezaron a sufrir todo un calvario sin precedentes en el mundo del trabajo. Estos profesionales hemos estado día y noche trabajando, no sólo para regular la nueva relación laboral de muchos trabajadores y entregarlos al percibo del desempleo, sino que hemos sido los verdaderos protagonistas de todo este entramado que las administraciones, sin saber ni lo que hacían ni cuanto se desmenuzaba de esos reales decretos casi mudos e inseguros, hemos tenido que interpretar, asesorar y luchar con tres frentes que ninguno de ellos estaban coordinados. Y es aquí cuando aparece la figura de la Autoridad Laboral como garante e intérprete de los ERTES por fuerza mayor y que en cada Comunidad Autónoma actuaba con criterios distintos y a veces contrapuestos, sin olvidar el silencio positivo que ha bailado con una facilidad de pista de hielo. Pero si ello fue confuso e inseguro para las empresas, para los profesionales que estaban al frente de los despachos jurídicos, nos ha sido altamente pernicioso por la improvisación, la falta de conexión entre administraciones y con sistemas telemáticos saturados y sin posibles respuestas.
Tras este frente importante y decisivo ha existido otro no menor y navegando con criterios distintos a los del legislador y a base de circulares, cual es la Tesorería General de la Seguridad Social y para rematar el desastre de todo este montante, nos encontramos con un SEPE que acostumbrado a reconocer prestaciones de desempleo, se ha tragado tal paquete de trabajo inesperado, que aún se sufre lo de miles de trabajadores que no han cobrado el desempleo de los ERTES. Por supuesto, sin teléfonos de consultas, sin criterios de interpretación y, sobre todo, con miles de trabajadores en un teletrabajo por sus condiciones de personas vulnerables. Es decir, todo un caos donde hubo muchos momentos que se culpaba a quienes asesorábamos a las empresas como responsables de este desaguisado, pues cada día y cada noche aparecía un boletín oficial desajustando más cada vez todo lo que se había legislado la semana anterior, pues nunca podremos olvidar la noche en la que a altas horas de terminar el día inhábil no se sabía qué empresas podían abrir sus puertas al día siguiente, produciéndose una confusión entre la población, ya que los desplazamientos eran controlados hasta por la Guardia Civil de Tráfico.
Es cierto que la salud es lo primero, pero no hemos sido ni en esto ejemplo de previsión, pue no sabemos el número exacto de fallecidos todavía y cuánto han sufrido los profesionales de la sanidad, pero salvado en parte y llegado a los momentos actuales de brotes y rebrotes y deseando lo mejor para los que pasan por esta crisis sanitaria, no podemos más que calificar de pésimo toda la encrucijada que se ha sufrido y se sigue sufriendo por los ERTES y ¿quiénes son los sufridores?, pues los profesionales del derecho, es decir, los que hemos asesorado y tramitado con muchísimas sombras estos expedientes, hemos estado en la soledad, hemos estado desasistidos, hemos sufrido la improvisación y hasta hemos pagado las consecuencias de la falta de preparación de las administraciones. Por eso quiero desde aquí felicitarlos y hacerles saber que gracias a ellos los ERTES se han tramitado y se han pagado, pues sobre nosotros recayó todo el peso del proceso, ya que las administraciones han estado en expectativa esperando que se les diera la materia preparada y confeccionada para tardíamente reaccionar, pues desde luego, sin criticar a esos funcionarios que muchos de ellos también han sufrido esta improvisación y nos consta su desazón, la situación vivida es de auténtico calvario. Ojalá se restablezcan los cauces normales para una convivencia laboral pacífica y tengamos un día el pleno empleo, pero desde luego lo vivido es para que estas administraciones ya empiecen con carácter urgente a crear comisiones de trabajo y prepararse ante un futuro incierto para cualquier evento negativo que como esta pandemia le sobrevenga al mercado de trabajo.
Mi felicitación a los Graduados Sociales, en primer lugar, por ser la profesión que más ha sufrido, sin olvidar por supuesto al resto de profesionales que también poseen su carga, en la confianza de que seguir esta situación habría que haber tomado medidas legales porque los profesionales no somos funcionarios sin sueldo, somos profesionales, es decir, colaboramos, interpretemos y ayudamos a la administración, pero no somos servidores de las mismas.
Fdo.: José Blas Fernández Sánchez.
Presidente del Consejo Andaluz de Colegios
Oficiales de Graduados Sociales.
Muy acertado y lleno de verdades, gracias por defendernos Sr Blas Fernandez, ha sido y es de vergüenza.