La historia de Shuggie Bain | Douglas Stuart

La historia de Shuggie Bain se podría concretar en una frase tan demoledora como descorazonadora. La destrucción que el alcohol produce en una familia, en un hogar, en una madre. Alcohol y literatura no resultan extraños compañeros de viaje. Serguei Yesenin, poeta ruso víctima del alcoholismo, escribió: “Me he envenenado a mí mismo con este amargo veneno”. El también autor de origen ruso, Gaito Gazdanov, narra en Caminos nocturnos sus efectos devastadores en los seres de la noche que moran en el París nocturno de principios del siglo XX.

La aproximación literaria al alcohol encuentra dos vertientes. Autores como Charles Bukowski o Lucia Berlin, sin pretender ocultar sus consecuencias, se han servido de los abismos a los que los ha llevado para construir narraciones autoficcionales en los que el alcohol es destrucción, pero también es la fuera impulsora. La historia de Shuggie Bain se aleja de esta visión seudo-romántica del alcohol. A través de sus 500 páginas, de una narrativa minuciosa, pero también con un uso brillante de la elipsis y como los grandes autores alcohólicos norteamericanos, Douglas Stuart pone forma al demonio del alcohol sin ambages, sin dulcificar sus consecuencias. La historia de Shuggie Bain también se alimenta de experiencias propias. La gran diferencia entre Bukowski o Berlin probablemente radique en el punto de vista del enfermo de alcohol. Douglas Stuart fue testigo de su lado más insondable. El alcohol, como un ejército de hormigas, devoró la vida de su madre y su familia.

La historia de Shuggie Bain tiene su contexto en el Glasgow de los años 80. En cierto modo, la época de Thatcher se considera el origen mítico de los años de neoliberalismo que alcanzan hasta hoy.  La esencia de la trágica historia de Shuggie Bain es compartida. Libros como GB84 de David Paice, centrado en la lucha obrera o Trainspotting, con quien comparte decadencia, brotan de la misma miseria. En el caso concreto del libro que nos ocupa se recoge una sociedad escocesa en franca derrota. Minas cerradas o en bajo rendimiento. Precariedad. Prestaciones sociales. Y como resultado de todos estos elementos, el alcohol como un salto que pretende evitar la gravidez de la realidad.

Lo que a priori parece ser una historia de destrucción con el alcohol como protagonismo es mucho más. Shuggie Bain es el alter ego del autor. Se trata de un libro que rezuma un amor incondicional de un hijo por una madre. Un amor que se mantiene pese a los estragos cada vez más difíciles de la lager y el vodka. En cierto modo, es un libro antagonista de lo que podría ser El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac.

La historia de Shuggie Bain es un libro duro, repleto de espigas, que precisa de un lector preparado, pero que difícilmente saldrá indemne de sus páginas.

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