Escrachea que algo queda

Antonio Torquemada

En estos días de verano, que diría Amaral, con el gobierno de vacaciones y rumores de cajas B en Podemos, Pablo Iglesias lo ha vuelto a conseguir. El líder único de la formación violeta es todo un superviviente capaz de darle la vuelta a cualquier noticia para conseguir un beneficio propio. De esa forma, en este 2020 ha sido capaz de salir airoso (por ahora) del caso Dina; y ni sus comentarios machistas y proteccionistas ante su ayudante han servido para conseguir merma en su solido liderazgo.

Tampoco el descalabro electoral en Galicia y País Vasco le han afectado; ni la segregación de Adelante Andalucía de la pareja Kichi-Teresa Rodrigue-Rubio; ni los movimientos del PCE para desmembrarse de un partido que está en clara desintegración han servido para diezmar el poder absoluto que ejerce don Pablo entre los suyos.

Y los suyos van más allá de su bancada. Así, el amadísimo líder es capaz de convencer a sus partidarios de que su caja B es una caja S, de Solidaridad hacía los suyos, claro, sin sonrojarse. También es capaz de convencerlos de que, en pleno proceso judicial contra su partido con acusaciones de doble contabilidad, ha sufrido un acoso inmerecido.

Eso demuestra la doble vara de medir y la catadura moral de este personaje político. Capaz de hablar de jarabe democrático cuando se hacía llorar a los hijos de otros y lanzar proclamas contra los violentos ultraderechistas que pasean con banderas de la nación por la puerta de su mansión de Galapagar.

Tampoco debíamos esperar menos de él, al fin y al cabo fue capaz de convencer a la izquierda obrera de que era uno de los suyos y no un niño de papá educado en las mejores universidades privadas del ramo. Fue capaz de hacerles creer que viviría en un barrio obrero y conseguir que defendieran su casoplón en una de las zonas más ricas del país.

Es lo que tiene ser un líder único y absoluto: los reyes siempre fueron intocables sin importar si llevaban corona en la cabeza o una hoz y un martillo en el pecho.

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