El tren del infierno

Jorge Hernández

El desordenado desalojo del tren y el pánico de los pasajeros y heridos,  merecen una detenida reflexión.

No sé si España está siendo castigada por las plagas que se asemejan a las  bíblicas de Egipto, pero que estamos inmersos en el período más desgraciado y dramático de estos últimos cincuenta años no creo que nadie pueda ponerlo en duda. 

Son ya incontables los acontecimientos que nos sobresaltan diariamente sin solución de continuidad, y aunque cada vez me resisto más a ser torturado psicológicamente por  las noticias nocivas y sobrecogedoras de la actualidad local, nacional o internacional  con las que diariamente estamos siendo machacados por los medios de comunicación, he de reconocer que una de ellas ha despertado estos días mi interés por el especial dramatismo humano que la ha rodeado.

El dantesco tren que el pasado martes cubría la línea Valencia a Zaragoza, era la viva imagen de la barca que, como en la Divina Comedia, relataba el viaje de Dante por el infierno. En esta ocasión cuarenta y nueve personas han vivido la experiencia más angustiosa que un ser humano puede padecer al ver como se adentraban entre las llamas del incendio forestal de Bejís (Castellón). El desordenado desalojo del tren, el pánico de la maquinista, el de los pasajeros y los heridos por quemaduras  creo que merecen una detenida reflexión.

Como usuario y pasajero que he sido a lo lardo de muchos años de un medio de transporte como el avión, me he puesto en la piel de esas aterradas personas y me he preguntado: ¿qué hubiera ocurrido si en unos de los vuelos el comandante de la aeronave hubiera despegado o tomado tierra en el centro de un huracán? ¿estaría hoy escribiéndoles “desde mi nube”? La cuestión es que ese riesgo se evitaba y espero que siga siendo así, porque funcionaban las previsiones de la meteorología, la preparación profesional de los pilotos y sobre todo porque las torres de control de los aeropuertos autorizan y garantizan la seguridad de los despegues y aterrizajes de las aeronaves.

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