UNA NUEVA NAVIDAD EN LA SOLEDAD

En estas fechas donde estamos recibiendo miles de correos  y mensajes cariñosos deseándonos una felicidad universal y un deseo imparable para disfrutar de todo lo mejor, está todo basado en un compromiso silencioso y personal, pero que ese silencio y  tristeza rodea a  palabras imborrables y llenas de mercantilismo. Los años te hacen madurar  y comprobar que contra más ciclos marques en los calendarios, más  recuerdos se quedan  impresos en  la retina que esos sí que fueron mejores y a veces llenos de voluntades porque se vivía de otra manera y la sociedad civil se conformaba con menos, pero sin embargo, la pandemia nos ha visitado en  marzo del 2020 y nos ha dejado una secuela tan dura que ya con tristeza ni vivimos la navidad, como consecuencia de ese aislamiento al que estamos sometidos y a tantos seres queridos que también se fueron en  soledad  en ese largo viaje   y no tuvieron una mano donde agarrarse  y despedirse dignamente de una vida que parecía  que nunca acababa y que los éxitos eran eternos. Pero no, la realidad es otra. Es la que tenemos, es la que nos ha llegado sin esperar y es  recordar fatídicos años pasados que no han dejado más que desazón y nos han hecho nadar contracorriente porque las perspectivas son totalmente borrascosas.

         En estos días, los que ya tenemos edades para contar y el recuerdo se asoma dentro de la tristeza,  no olvidamos aquellas cenas familiares donde el patriarca presidía una mesa y todos los que acompañaban a esa efemérides aportaban su granito de arena y llevaban los mejores presentes para deleitar una comida casera y para recordar a la vez aquellos años de su niñez cuando  en momentos económicamente débiles se conformaban las familias con un pavo bien guisado y unos entremeses bien adornados,   en función de la aportación que cada uno hábilmente hacía. Eran cenas donde  la abuela se hacía fuerte porque era quien daba testigo de su trabajo doméstico y de sus dotes culinarias; el abuelo, recordaba sus batallas ya lejanas en el tiempo  y aprovechando,  porque estaba permitido,  echaba un cigarrito entre copa y copa para demostrar que su vejez no era más que años cumplidos, pero el corazón y la cabeza estaban siempre  esperanzados en seguir cobijando a todos su herederos que en aquella mesa y con distintas edades celebraban la fecha y le rodeaban con el cariño.

         Se apañaba la habitación  más grande de  la casa y se pedían  prestadas sillas a los vecinos, porque todos no cabían en el mobiliario de esa vivienda y unos aportaban el mejor jamón conseguido de su matanza o  ese buen queso curado que junto a la caña de lomo hacía un plato ideal. Ahí estaban  los abuelos, estaban los hijos y los cónyuges y por qué no decir, también las novias y novios de los quinceañeros llenos de amor. Ahí se descorchaba el champan o la sidra y algunos con esa copita de más, que permitía la fiesta, cantaban villancicos propios del  momento, tocaban la pandereta y otros,  en la botella de anís del mono, rascaban con un tenedor  para acompañar  las canciones del momento.

         Esos recuerdos se adobaban con los mejores dulces que cada uno sabía hacer y cómo no, todos en asa vajilla que los abuelos conservaban de cuando se casaron,  rellenaban  de canapés y buenas croquetas platos  que siempre  al fregarlos por la noche y al ser tantos juntos al fregadero  más de uno se hacía añicos, pero no importaba, la felicidad era brindar por la familia unida, no había límites de personas, ahí entraban todos los que formaban la gran familia y siempre existió el recuerdo para quienes habían apartado su vida   y se habían marchado para el otro mundo y como es lógico aquellas lágrimas de recuerdo nunca faltaban y  como colofón  en conversaciones encontradas, se sacaban los platos con los pestiños y aquellos polvorones que siempre eran rebuscados para el mejor deleite.

         Pues bien, hoy no es igual. Muchos abuelos se han marchado forzosos por la pandemia, muchos hijos  no pueden compartir porque están en cuarentena y limitando los comensales y guardando las distancias, esa Navidad es triste. Posiblemente la que nos hemos  buscado o posiblemente, por la falta de valores que sobre la familia se ha inculcado en la sociedad, porque  hoy la Navidad es soledad y solo funcionan los  móviles y aquellos teléfonos que por videoconferencia  vemos a ese familiar  que no pudo llegar porque el covid se lo prohibió, lo que demuestra que la lejanía ha sido la asignatura que más se ha utilizado y la herramienta  más triste para apretar a los corazones  y no saber cuándo se llevará a  cabo su apertura.

         En las cenas ya no se hablará de aquellos éxitos o recuerdos del año anterior, solamente hablaremos de dosis y de vacunas, de olas y de rebaños y si queremos cantar lo haremos con mucha dificultad porque la mascarilla sólo nos lo permitirá  para cuando estemos solos. Año 2021, un año donde no se podrá olvidar y donde las carencias son tan  fuertes que cuando pasen los años habrá que poner el video donde todos digamos “tuve la suerte de sobrevivir al covid-19, pero mi vida es otra que no tiene referencia con la que vivieron mis antepasados” y, por supuesto,  el mundo en su conjunto ha tenido un antes y un después que  junto a la tristeza y los percances  sociales tenemos que valorar si este pago de la vida merece que por un tiempo cambiemos de actitud   y pensemos que aun cuando se vive dos días, si no se tiene felicidad nada nos apasionará y nos hará personas  llenas de ese amor navideño.

         En resumidas cuentas, seamos mejores y que la Navidad nos traiga el consuelo de que pronto viviremos lo no vivido.

Fdo.: José Blas Fernández Sánchez.

4 Respuestas a “UNA NUEVA NAVIDAD EN LA SOLEDAD”

  1. Magníficamente expresado la situación actual,
    !! Cuantos recuerdos acumulados!!, y cuántas incertidumbre para el futuro.
    Feliz y Santa Navidad, familia querida

  2. Desde luego que bien reflejado está este artículo tan veraz, este año la Navidad ha sido y es triste , la sociedad se creyó que nunca tendría enemigo que no fuese abatido, pero no , hemos sido atacados porque somos débiles y vulnerables y eso no queríamos saberlo. Que Dios nos ayude y vivamos este ejemplo con entereza y sabiendo que somos muy frágiles.

  3. Gran artículo que me llena de recuerdos, una vez más Pepe Blas nos lleva de la mano para ver la realidad de esta sociedad. Donde quedó el espíritu de la Navidad , en esta sociedad de consumo estamos perdiendo todo lo espiritual y abrazamos lo material ,hoy leyendo este artículo lleno de verdad siento que he vuelto a mi niñez y que he recuperado mi espíritu Navideño. Gracias

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