Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos | Emmanuel Carrere

Pedro Padilla

Hay personas que lo apuestan todo al deporte, a las series de TV, al cine, a los videojuegos, a la música, a la estética o a la vagancia. Allá cada cual en los réditos que extraiga de su tiempo libre. No rehúyo de ninguna de las anteriores, pero yo me decanto por darle fuerte a la lectura. No estoy a favor del elitismo del lector. No soy más listo, ni más guapo, ni más alto, ni más sabio, ni por leer voy a hacer mejor las cosas. Solo leo más. Solo puedo mantener conversaciones de libros que no a todo el mundo le interesan. Normalmente las reseñas de libros las leen lectores, por lo que con esta pequeña introducción no digo nada nuevo. Probablemente estén de acuerdo conmigo en que con los libros no se accede a ninguna suerte de aristocracia. Solo es un vicio como cualquier otro. Cuanto más lees, más quieres hacerlo.

Consideré empezar con esta pequeña reflexión por un sentido. Normalmente hablo de novelas. Pero leo mucho más. Hago juegos de malabares con un libro de relatos y otro de no ficción. De las novelas me resulta fácil escribir. Cuanto mayor es el entusiasmo, más ágiles se vuelven mis dedos sobre el teclado. Con los relatos, como con la poesía, no siempre hay una identidad unitaria. Puedo enumerar relatos, decir de qué van. Pero no es mi premisa. Soy impresionista en mis reseñas. Hablo de lo hondo que calan, de las relaciones con otras obras, de lo que han supuesto en mi vida. Con los relatos y los poemas sencillamente no me sale. Y con los de no ficción, menos aún. ¿Qué puedo aportar más allá de la propia obra? De ahí mi silencio.

Con Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos me surge abrazar este silencio natural y al mismo tiempo siento que se despierta el cosquilleo, esas ganas de compartir lo que las letras me susurran al oído. Al tratarse de una biografía sobre Philip K. Dick: ¿qué puedo aportar más allá de los hechos objetivos en los que el biógrafo ha escarbado? Sucede que hay un dato que produce que todas las premisas acaben con las patas de revés: el biógrafo es Emmanuel Carrere. No solo habla de la vida de Philip K. Dick, de las circunstancias y vivencias que lo empujaron a escribir, a aproximarse a los temas que como pocos dominó, a sus obras para las que profesa una manifiesta admiración, Carrere construye una obra de ficción sobre los cimientos de una vida real. Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos puede leerse desde la aproximación groupi del amante de los textos de Dick, pero también o al mismo tiempo, como un viaje apasionante a una mente contradictoria, quizá enferma, quizá genial. Es mucho más que una concatenación de hechos, de cronología vital. Carrere lleva a cabo lo que más tarde mejorará en Limonov, servirse de la ficción para ahondar en lo que la realidad amparó. Hoy en día se encuentra muy en boga el subgénero de true crime, que no es más que construir una aproximación ficcional de un crimen real. En cierto modo, eso es Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, solo que el viaje lector no se acomete a unos hechos más o menos objetivos. Carrere va un paso por delante. Siempre lo hace. Por algún motivo es uno de los autores vivos de mayor relevancia. Carrere trata de construir, de comprender la mente de ese genio que fue Philip K. Dick, quien hoy probablemente sería un antivacunas, un negacionista o tal vez un terraplanista, pero que firmó algunas de las obras de ciencia ficción más importantes, de imposible manufacturación sin su particular cosmovisión.

Hayan leído o no a Philip K. Dich, les guste o no, denle una oportunidad a Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos.

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