Pedro Padilla

Segunda entrega de la que se ha pasado denominar la trilogía de Mick Hardin. Chris Offutt es quizá uno de los autores emblema de una de mis editoriales más apreciadas. No hay Sajalin malo, decimos sus fieles. Me gustan sus libros, pero no participo de ese entusiasmo que roza la devoción que a veces detecto en gran parte de sus lectores. Con esto quiero expresar que esta reseña va a quedar muy lejos de lo que un fan acérrimo escribiría.
Probablemente el mayor logro de Offutt sea repartir relevancia a los personajes con el contexto. Los hijos de Shifty se presenta como un noir remozado. Se repiten elementos básicos del género, como el narcotráfico, los asesinatos, la investigación, la violencia, los buenos y los villanos. Offutt incorpora, con una dosis de igual importancia, el contexto espacial —Kentucky—, las relaciones familiares y sociales en esta parte del mundo y un cambio de paradigma respecto a las causas del mal.
Sería demasiado simplista para un autor como Offutt cargar las tintas contra el narcotráfico y los hombres que se valen de él para medrar. Offutt, muy alejado de otras visiones, como podrían ser las de Don Winslow o Juan Villoro, por mencionar algunos de los autores contemporáneos que reflejan el narcotráfico como la caja de Pandora de la que surgen los males que aquejan a la humanidad, los representa como los ladrones buenos de historias pasadas. Hombres que se ven obligados al contrabando de estupefacientes como recurso de supervivencia. Hombres que podrían matar por mantenerlo, sin duda. Pero que dentro de su ámbito ilegal de actuación, respetan códigos que otros delincuentes desprovistos del vínculo con la tierra y el lugar desconocen.
Los hijos de Shifty nos trae de nuevo personajes de la primera parte de la saga. El pasado remoto vuelve a tener un peso quizá aun más relevante. Los personajes secundarios profundizan en su marcha hacia la humanidad. Cabronazo Barney es encontrado asesinado a tiros. Lo que a todas luces parece un ajuste de cuentas más del narcotráfico, irrelevante para la oficina del Shérif, parece ocultar algo más profundo y sórdido. Este contexto permite que Mick Hardin investigue, al mismo tiempo que se enfrenta al pasado de sus orígenes y a los demonios que inundan su propia alma.
Como novela detectivesca Los hijos de Shifty me resulta una trama endeble en exceso. Como novela de narcotráfico, por mucho que trate de alejarse de los estereotipos, tampoco me apasiona. Ahora bien, representa un drama rural capaz de manejar con solvencia lo noir y el narcotráfico a pequeña escala, Los hijos de Shifty me resulta una obra de lo más interesante. Quizá en ese punto Offutt y yo hayamos llegado a un punto importante de conexión. No le pido lo que no está dispuesto a darme y sin embargo, me da y en grandes dosis algo que pocos tienen. Me deja con ganas de avanzar en la saga.