El año del desierto de Pedro Mairal

Pedro Padilla

El Año del Desierto se distancia considerablemente del tono e incluso de la temática recurrente de Pedro Mairal. Hasta la fecha el autor argentino ha destacado por narrar con su personalísima voz historias sencillas pero íntimas. Una noche con Sabrina Love, la magnífica La Uruguaya o Salvatierra son exponentes de esta teoría. Incluso su colección de relatos, Breves Amores Eternos (Destino), insisten una y otra vez en esta aproximación. El Año del Desierto, por el contrario, representa un importante cambio de registro. Atrás quedan las historias con la que empatizamos en mayor o menor medida la mayoría de sus lectores. Se abandona la voz de la experiencia por la imaginación, por la utopía. Una historia que se encuentra en las antípodas de lo que en Mairal es habitual, que podría haber sido firmada por J.J. Abrams o Night Shyamalan. Y esto en ningún caso puede ser tomado como un elogio.

Pese al atrevimiento, no puede decirse que Mairal no sea fiel a sí mismo. La historia se centra en Buenos Aires. La Intemperie, como se denomina en la obra, avanza hacia el centro de la ciudad. Devora los edificios que encuentra en su inalterable avance. El lenguaje del narrador es sencillo. Sin embargo, lo que funciona a la perfección en una narración intimista, carece de fuerza en una historia en la que lo más relevante no es el sentir de los personajes, sino la situación que, como la Intemperie, crece hacia ellos. Algunos pasajes, algunos giros o algunas intenciones me han traído a la cabeza La carretera de Cormac McCarthy, la apuesta de un autor “serio” por contar una historia más próxima a lo que sería un apocalipsis zombi. Sin ser una obra por la que me rajaría las venas, considero que el experimento mccarhiano consigue mejor resultado que el de Mairal.

Luego está la voz de Mairal. Tal vez sea un problema que afecte en mayor medida a los que hemos leído en exceso a Mairal. La mayoría de sus personajes son masculinos. Son simples, impulsivos y torpes. Características que circunscriben al propio autor cuando entra en el juego de la autoficción. Por este motivo, personalmente me ha costado horrores separar al personaje habitual de Mairal de la voz del personaje femenino principal y narradora. Puede que sea un problema en exclusivo propio. Pero más de una vez jugué a pulsar el botón de reinicio de mi imaginación. Se empeñaba en bosquejarla como un hombre.

Duele un poco escribirlo, pero más sentirlo. El Año del Desierto no me ha gustado. No le tomé el pulso en las 200 páginas en las que repetidamente quería que me gustara. Sentía su narración como un encefalograma plano. No llegué a amar este libro. Y como yo mismo escribí hace unos días en tuiter: La vida es demasiado breve para leer libros que no amamos. Lo abandoné. Y creedme que aun siendo un ejercicio sano, necesario y voluntario, lo entiendo en mayor medida como una decepción propia que del propio autor.

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