Doña Inés de Castro: la reina cadáver de Portugal

Javier Fornell

La historia medieval está llena de sucesos que se adentran en la leyenda y que se muestran extraños a nuestros ojos. Uno de esos acontecimientos se dio en la vecina Portugal, durante el reinado de Pedro I el Cruel (1357-1367), unos diez años que mostraron la locura del rey, su amor incondicional, su crueldad y, sobre todo, la dureza de la vida en este pedazo de tierra. Muchas veces he pensando que si la historia medieval peninsular fuera inglesa tendríamos miles de películas y libros sobre ella; pero nosotros seguimos sin conocerla. Por eso, hoy, vamos a hablar de un suceso terrible: la vida de la Reina Cadáver.

Y lo vamos a hacer visitando la ciudad de Alcobaça (Portugal) a una hora escasa de Lisboa. La llamada ciudad del amor esconde en su pequeño termino municipal el monasterio del Cister, que llegó a tener capacidad para 999 frailes. Y entre el gótico sobrio cisterciense, en el interior de su iglesia Patrimonio de la Humanidad, encontramos las recargadas tumbas de dom Pedro I y doña Inés de Castro.

Nave central de la iglesia conventual de Alcobaça

Ese monasterio está considerado uno de los mejores ejemplos del gótico portugués. Sede principal de la Orden del Cister en el país, perteneció a los monjes hasta el siglo XIX, cuando pasa a manos del Estado.

Entre sus salas destaca su maravillosa cocina del siglo XVIII, pero pasear por sus pasillos es hacerlo por el silencio monástico del pasado. Una visita imprescindible si estás en Portugal.

La maldición de la reina Constanza

Una historia que comienza con la llegada de doña Constanza Manuel de Villena -hija de don Juan Manuel, príncipe de Villena y autor del Conde Lucanor- a Portugal para contraer matrimonio con el aun infante Pedro. Aunque antes Constanza había desposado con el rey castellano Alfonso XI en un intento vano de su padre de mantener su poder sobre un rey del que había sido tutor. El matrimonio se había sido acordado después de que el Príncipe de Villena consensuase casar a su hija, entonces de tan solo 9 años, con el señor de Vizcaya; contrato que no se realizó debido que Juan de Haro, el tuerto, fue asesinado por el rey.

Pero aunque Constanza se titulase a si misma reina de Castilla, y así firmase sus cartas a su abuelo Jaime II, rey de Aragón, Alfonso la repudió sin consumar matrimonio. La suerte de la joven reina, que contaba 9 años al casarse en 1325 y tan solo 11 al ser repudiada en 1328 no dejaba lugar a dudas: Constanza estaba destinada a ser una reina maldita. Una maldición que venía acompañada de la ambición de su padre que ansiaba controlar un reino.

Pérdida la esperanza de conseguirlo en Castilla, los ojos del Príncipe de Villena viraron a la vecina Portugal, en la que el rey Alfonso IV de Portugal y su esposa doña Beatriz de Castilla trataban de asentar su poder alejándose de las injerencias castellanas. Y el matrimonio entre el infante Pedro y la nieta del rey aragonés, repudiada por el rey castellano, era la mejor forma de asentar una alianza firme que encorsetase a Castilla desde ambas fronteras.

De esa forma, doña Constanza acude a Évora para conocer a su futuro esposo. En su sequito, su prima doña Inés de Castro se convertía en su dama de honor y su mano derecha. Y la maldición volvía a recaer en la reina, pues su esposo el príncipe Pedro pondría los ojos en doña Inés de Castro.

Los amores de Pedro Cruel

El príncipe Pedro había concertado matrimonio con Blanca de Castilla en 1325, pero la nieta de Sancho IV tenía apenas catorce años y era tan enfermiza que el infante renunció a un matrimonio que nunca se llegó a consumarse. Y la joven volvió a Castilla para convertirse en la señora del Monasterio de las Huelgas de Burgos. Gracias a la repudia a doña Blanca, Constanza encontró un espacio en el que cubrir las avariciosas necesidades de su padre y en 1340 contraen matrimonio.

De la boda entre Pedro y Constanza nacieron tres hijos: María, que sirvió para estrechar los lazos con el reino aragonés al casar con el infante Fernando de Aragón; Luis, que fallece antes de cumplir el año; y Fernando, que llegaría a reinar en Portugal.

Pero el amor de Pedro y Constanza no era más que un contrato entre reinos, pues Pedro, ya convertido en Pedro I, tenía otra reina en su corazón: doña Inés de Castro, la prima de su esposa. Inés y Pedro mantendrían una tortuosa historia de amor, cargada de deslealtades, crueldad y amor verdadero entre los jóvenes.

A la muerte de Constanza, y en completo secreto hasta la muerte de Inés, contraen matrimonio en 1345. Un amor del que nacerían Alfonso, que fallece de niño; Beatriz, que casaría con un hijo de Alfonso XI de Castilla; Juan, duque de Valencia de Campos; y Dionisio, que también pasaría a Castilla.

Pero los amores del rey no acabarían con Constanza, pues en 1357 nacía Juan de Avis, futuro rey de Portugal, hijo de la relación ilegitima de Pedro I con Teresa Gille Lourenço. No sabemos si fue la hija de un importante comerciante lisboeta o, cosa que podría ser factible, una dama de doña Inés de Castro.

La muerte de doña Inés

Jardines de Quinta das Lágrimas (Coimbra)

La leyenda de la reina cadáver surge en 1355 cuando fallece doña Inés. El matrimonio celebrado entre el infante Pedro e Inés no se había hecho publico aun, pero las desavenencias internas en el reino, y el amor no escondido de los esposos, llevaron a un final trágico de la noble gallega.

El rey Alfonso IV de Portugal, el Bravo, traslada su corte a Montemor-o-Velho (Coimbra) en su intento de evitar el poder que la familia Castro estaba tomando en Portugal. Y para eso era importante acabar con doña Inés. El rey ordena a tres de sus consejeros más fieles (Pedro Coelho, Diego López Pacheco y Alonso Gonçalves) que detuvieran a la mujer, llevándola a la Quinta das Lágrimas, dónde se consuma su ejecución y asesinato por parte de su suegro.

El asesinato de su amor, llevó a Pedro a enfrentarse a su padre abiertamente, y con el apoyo de los Castro y su ejercito sitia Oporto, tomando una gran parte del Duero, en una abierta guerra civil. La contienda terminaría en 1357, cuando Alfonso, enfermo, entregue la corona a Pedro, que será coronado ese mismo año a la muerte de su padre.

La reina cadáver

Además, el rey comenzó la venganza contra los asesino de su esposa, ganándose la fama de cruel entre sus seguidores. La locura por el asesinato de su amor incondicional, le llevo a ordenar la detención de los tres consejeros de su padre: Pedro Coelho, Diego López Pacheco y Alonso Gonçalves. Solo Diego López Pacheco lograría huir a Castilla, sobreviviendo al servicio de los reyes castellanos. Los otros dos serían asesinados entrando a la leyenda por su cruenta muerte.

El rey, alegando que le habían arrancado el corazón, dio orden de que se les arrancase el corazón; al uno sacándoselo por el pecho; al otro, por la espalda. De esa forma sabrían el dolor que le habían provocado al arrebatarle lo que más amaba.

Con la coronación de Pedro I llegó la leyenda de la reina cadáver. El monarca anunció que doña Inés y él había contraído secreto y sagrado matrimonio en 1355 y que doña Inés debía ser honrada como la verdadera reina de Portugal. El cuerpo fue recuperado de Coímbra y enterrado en el monasterio del Cister en Alcobaça. Pero antes, los monarcas recibieron el vasallaje de sus súbditos y señores. Según las crónicas, los reyes, con ella difunta, recibieron a todos los nobles de Portugal que, uno a uno, se vieron obligados a besar las manos del cadáver.

Es muy posible que el suceso nunca se diese de esta forma, pero la leyenda del amor maldito de don Pedro y Doña Inés de Castro se acrecentó con el tiempo basándose en una costumbre real de Portugal. Después de un casamiento, los nobles locales debía besar la mano de la nueva reina consorte. Y aunque las crónicas hablan de que se besó a la propia doña Inés, es posible que se hiciese sobre alguna representación de la misma.

Alcobaça: la ciudad del amor

Alcobaça se ha convertido en la ciudad del amor. El lugar en el que los amores se hacen eternos y en el que podemos ver las dos maravillosas tumbas de don Pedro I y doña Inés de Castro. La una frente a la otra, enfrentadas en las naves laterales de la impresionante iglesia-monasterio del Cister; lugar imperdible si deseas descubrir el gótico portugués, adentrándote en uno de los monumentos Patrimonio de la Humanidad que se esconden en Portugal (Como curiosidad, en su construcción participo Juan de Castilla, uno de los pocos arquitectos que cuenta en su haber con 5 monumentos dentro de este registro).

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