De mochilas, culturas y páginas: un viaje sin fin

Marco Polo Errante

He cruzado desiertos abrasadores en el Sahara y me he perdido en los callejones de Kioto, he sentido la brisa helada de la Patagonia y me he dejado llevar por el bullicio de Estambul. He viajado, sí, pero no solo por caminos de tierra y océano, sino también por las páginas de libros que han sido mi brújula y mi compañía en cada destino. Hoy tengo el privilegio de inaugurar esta columna en La Alternativa Digital, donde compartiré con ustedes mis experiencias como viajero incansable, explorador de culturas y lector empedernido.

No me gusta usar mi nombre real. Me da pudor que la gente sepa quién soy, que mi identidad se anteponga a las historias que quiero contar. Por eso, he decidido escribir bajo un seudónimo: Marco Polo Errante. Marco Polo fue uno de los grandes viajeros de la historia, un hombre que desafió lo desconocido para contar al mundo lo que había más allá de las fronteras. Su libro, «Los viajes de Marco Polo», me inspiró desde joven a ver el mundo con ojos curiosos y a escribir sobre lo que descubro. Así que, como homenaje a él y a todos los que han recorrido el planeta con una pluma en la mano, firmaré mis relatos con este nombre.

Viajar es mucho más que trasladarse de un lugar a otro. Es abrir los ojos a otras formas de entender la vida, de amar, de celebrar, de sobrevivir. En cada rincón del mundo, he encontrado historias que me han cambiado, rostros que han marcado mi memoria y tradiciones que han ampliado mi visión del ser humano. Desde los rituales de los chamanes en la Amazonía hasta la mística serenidad de los monasterios tibetanos, cada experiencia ha sido una lección que me ha transformado. Y eso es lo que quiero compartir con ustedes: la esencia de cada destino más allá de los paisajes, más allá de las postales.

Pero no puedo hablar de viajes sin hablar de libros. Siempre he creído que un buen viajero necesita una buena biblioteca de bolsillo. En mi mochila han convivido autores de todos los rincones del planeta: de los versos de Neruda leídos en una playa chilena al realismo mágico de García Márquez en los cafetales colombianos; de las crónicas de Kapuściński en la África profunda a los haikus de Matsuo Bashō mientras contemplaba los cerezos en flor en Japón. Los libros han sido la llave que me ha permitido entender los lugares que piso, sus historias, sus sueños y sus heridas.

A partir de hoy, en esta columna, viajaré con ustedes. Les llevaré de la mano a descubrir lo que no aparece en las guías turísticas, a conocer personas que hacen del mundo un lugar fascinante y a recomendarles lecturas que encienden la imaginación y el espíritu viajero. Porque viajar no es solo recorrer kilómetros, sino también explorar ideas y emociones. Y yo estoy aquí para invitarlos a ambos viajes: el del camino y el de las palabras.

Bienvenidos a esta aventura sin mapas fijos, pero con la promesa de llevarnos lejos. ¿Me acompañan?

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