Históricamente, quien estudiaba el bachillerato ya estaba inmerso en que algún día iba a ejercer una profesión que en función de la edad de entonces iban a ser los mejores profesionales del sector. Recuerdo cómo desde pequeño y en función de lo que más abundaba en una familia, los
jóvenes querían llevar a cabo, bien la profesión de su padre, madre o abuelo y si esa profesión era de riesgo, pues aún proliferaban más para ante sus amigos, cuando le preguntasen qué iban a ser de mayores, se les llenaba la boca de aquella futura profesión adquirida y heredada de sus padres.
Hoy, las universidades aumentan por día las titulaciones académicas, han inventado el doble grado y prolifera a ver quién estudia más y tiene más títulos y todo por la competencia tan enorme que existen entre todas las universidades de España y no digamos la “guerra” entre universidad pública y privada. Es fácil encontrar quién peyorativamente habla de estudios fáciles y otros dan el nombre de la facultad más importante y que tiene mejor curriculum en el mercado universitario. Pues bien, la antigua selectividad, actual EVAU, se ha comprobado que es un fracaso y hay que reformarla; quienes la traspasan y aprueban, en función de la nota obtenida van forzosamente a facultades que ni les gusta el temario, ni saben por qué están en ellas, ya que no lo han hecho por vocación y todo lo más porque el nombre de la carrera les suena y ante el evento de no hacer nada, se matriculan donde sus amigos y compañeros para así cubrir el nicho de la vida universitaria. Hoy, los que tenemos una profesión consolidada, vocacional y llena de miles de sacrificios, observamos que quienes terminan los estudios que han escogido ni saben a dónde ir
menos ejercer una profesión donde para poder superar su carestía de vida, supone casi un fracaso anunciado, porque no encuentran un hueco para llevarla a cabo.
En muchas facultades de cualquier titulación, el profesorado que las mantiene no sabe qué final tienen los estudios que imparten y mucho menos si el alumno está en ella forzado, sin gustarle lo que está haciendo y menos en qué va a consistir el ejercicio de la misma, pues entiende que quien estudia una carrera de ámbito sanitario, la mayor ilusión es ejercer como médico/a, enfermero/a, farmacéutico/a, veterinario/a, etc., dentro de las distintas especialidades que ellas tienen y que quienes estudian carreras
jurídicas y en el ámbito del derecho, pues se entiende que querrán ser, al terminar, abogados/as, graduados/as sociales, procuradores/as, notarios/as, registradores/as, etc., así como el que estudia económicas, tendrá que ejercer las relacionadas con dicho ramo, pero no ocurre eso, desgraciadamente el profesorado de esas facultades se compone en su gran mayoría de personas que no ejercen ninguna profesión más que vivir del sueldo público de la universidad y, por tanto, no conocen la vocación del ejercicio profesional, con lo cual terminamos comprobando que un alto porcentaje de esos estudiantes de cualquier carrera universitaria hoy obtienen el título como un pasaporte para hacer oposiciones, es decir, ni tienen vocación profesional, ni la han heredado y mucho menos el empezar de cero con miles de sacrificios como lo han hecho los grandes profesionales colegiados que ejercen una digna profesión.
Vamos también a incidir en que los dos años de la pandemia han sido inútiles para miles de estudiantes, donde siguieron los estudios por vía on-line y donde son conscientes tanto ellos como el profesorado que la gran mayoría aprobaron sin estudiar, porque ni existieron clases presenciales, ni tuvieron el ritmo universitario que debe tener quien realiza una carrera. Por tanto, la culpa es de todos, pero también muchas universidades han mirado más el negocio de la matricula que la vocación de quienes estudian, porque no han sabido conectar con las profesiones del mercado. Por ello, ahora, se han dado cuenta de que los alumnos de cualquier facultad deben estar apadrinados por los Colegios Profesionales que son quienes verdaderamente conocen el ramo de cada materia y no que la gran mayoría se han dedicado y se
dedican a preparar oposiciones porque el empleo público no tiene tantos sacrificios y nada de vocación, salvo las grandes excepciones de funcionarios que han opositado para esos puestos donde se exigía el título, pero por desgracia y con todos mis respetos, miles de policías o miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado tienen una graduación ajena a ese trabajo y no digamos la de millones de administrativos, repartidores, vendedores, comerciales, etc., que lo que estudiaron ni ya se acuerdan que
lo hicieron y, por desgracia en miles de casos son fracasos de la sociedad, olvidando ésta que existen otras alternativas como es la formación profesional que en muchos casos es más rentable y también vocacional que una carrera universitaria, pero comprobamos que tampoco se acude a la misma porque en definitiva tiene el sacrificio de convertirse en autónomo, iniciar una difícil trayectoria que le dé rentabilidad y, por tanto, lo mejor es vivir de los público.
Fdo.: José Blas Fernández Sánchez.
Hoy se matriculan muchos en carreras con el único fin de tener un título para luego dedicarse a llevar a cabo oposiciones de lo que salga, pero no por vocación y sin horizonte. Luego cuantos títulos comprados en muchas universidades privadas y por on line. También el profesorado busca solo tener un sueldo y vivir sin más que poder cobrar todos los meses, pero sacrificarse por enseñar de verdad, muy pocos.
La universidad es fiel reflejo de la sociedad que tenemos y que estamos creando. Los principales que no tienen vocación son los propios profesores de éstas que llegan sueltan el «rollo» y siguen día a día lo mismo. Muy bueno el artículo y denunciando como siempre la realidad que nos rodea. Enhorabuena.
La Universidad hoy no es referente de nada, solo existe una competencia entre ellas para adquirir mayor número de alumnos y si hablamos de las privadas, mejor callarse, pues algunas solo quieren dinero y matrículas y cursos para sustentar a tanta gente que cobra.