Ayer fue domingo de Resurrección, pero lo que hoy ha resucitado es parte de la vida laboral de nuestro país. Profesionales no esenciales que han visto como el gobierno ha abierto la puerta a la vuelta al trabajo. Exigiendo, eso sí, que se mantengan unas distancias vitales mínimas y se cumplan todas las medidas de seguridad.
La pregunta es ¿se pueden conseguir esas medidas? Y la respuesta es clara: ni el Estado puede asegurarlo. En Andalucía y otras comunidades se están entregando gratuitamente mascarillas de un solo uso a los usuarios de transporte público; pero estas tienen, según los expertos, una validez de 4 horas.
En algunas comunidades de nuestro reino de taifas se han entregado otras cosas. Como el populista cántabro Miguel Ángel Revilla que ha repartido servilletas plegadas con un bonito lema: «Todo va a salir bien». Pero me temo que todo no saldrá bien y, ojalá me equivoque, pero quizá pronto veamos un repunte de casos cuando nuestra curva comenzaba a descender después de dos semanas de cierre total del país.
Una curva descendente que sigue dejando la escalofriante muerte de 517 muertes el pasado domingo 12 de abril. Veremos en 15 días, cuántos cadáveres tendrán que buscar acomodo en los tanatorios españoles, eso que junto a las UCIs también se han saturado.
Pero hay otros datos demoledores que nos anuncian hacia dónde vamos: el numero de ERTEs, el aumento de parados, la gran cantidad de familias sin ningún recurso propio, pymes y autónomos obligados al cierre definitivo. Y es que debemos preguntarnos «Y después, ¿qué?», ya que aun nos queda mucho para superar la situación. Continúan los contagios y continua el país parado en gran parte de sus sectores productivos.
Esperemos que tras las muertes del Covid19 no venga el suicido colectivo de una sociedad gobernada por un gobierno inepto que juega al escondite y a la probatura. Cerrar el país, como se cerró, solo tiene sentido si se hubiese mantenido en ese estado hasta el fin de la crisis.