El desprecio o menosprecio, o lo que sea, viene a ser una peculiaridad del ser humano que se propaga como la espuma en según qué entornos y contextos. Parece además se un valor en auge, en estos tiempos de modernidad e individualismo. Un gran valor con mucho recorrido.
Venía yo a subir en Instagram una de esas fotos, o frases o fotos con frases, de esas que parece que alguien ha puesto en la calle. En la frase que he compartido advertían de tener cuidado con el menosprecio porque después cada uno se pone en su sitio.
Curioso que todos los sepamos, lo compartamos, y lo entendamos. A todos, con más o menos recorrido en nuestras vidas, nos han puesto en nuestro sitio de alguna manera. A todos.
Paradójicamente, en un mundo en el que estamos tan conectados e informados, en el que todos compartimos las experiencias y tenemos grandes oportunidades para aprender los unos de los otros, el desprecio hacía el semejante, parece ser algo cada vez más habitual. El desprecio se ha convertido en un valor propio de la modernidad.
Entender la lógica de la educación, de los modelas, de la empatía. Hacen falta buenas dosis de empatía pata desear lo mejor para el que uno tiene a pocos metros. Para entender lo que es cada uno, por qué hace lo que hace. Para comprender más sobre nosotros mismos y vernos reflejados en el vecino, para no despreciar su vida, lo que hace día a día. Hace falta tiempo, paciencia, otro tipo de educación.
El reto sería que, en el mundo en el que vivimos, en el que no nos vemos reflejados en ninguna de estas frases pese a que cada vez notamos más el desprecio, consigamos dejar de ponernos tanto en nuestro sitio. O de que nos pongan continuamente en nuestro sitio.
Habría que hablar del tiempo, del foco. De saber encontrar un espacio para la reflexión, para la escapatoria más bien. Criticar de manera superficial, con frases de Instagram, el desprecio, nos hace más superficiales y despreciables.
Había que contarlo.
FDO: Daniel Lanza Barba