Altea Cantarero, autora de «Ogro»

«En La Mancha nos encontramos con un lugar menospreciado».

Aunque nació en Alicante, las raíces de Altea Cantarero están en La Mancha, la tierra a la que ha convertido en escenario de su opera prima. Toda una novela negra, con la dificultad que este género entraña, que ha cosechado críticas más que positivas. El secreto quizá esté, como ella misma afirma hablando acerca de la vida, en echar mano de la sabiduría de la tierra, en los cuentos e historias donde se esconde el saber popular. 

La primera pregunta que quiero hacerte es sobre la ubicación que has elegido para tu primera novela, porque me parece muy llamativa y muy reivindicativa a la vez. ¿Qué tiene Cuenca que la hace tan digna como una Manhattan o un Chicago para ambientar una novela negra?

Tiene de todo eso y más, acaso [risas], que esas otras ubicaciones que mencionas, bien es cierto que más arquetípicas de cierto género policial clásico (ni siquiera diría de toda la novela negra)… Y es que Cuenca constituye una encrucijada poderosísima de especial valor literario, patrimonial… Hasta mítico. ¿Por qué, si no, han sido elegidos tantas veces sus enclaves más espectaculares, como la Ciudad Encantada, para antiguos y misteriosos rituales…?

Cuenta la leyenda que Viriato, el heroico líder lusitano en armas contra los romanos, fue quemado en el Tormo Alto y sus cenizas allí esparcidas… ¿Qué paraje más lleno de simbología? No en vano, la eligió también el pintor filipino Fernando Zóbel, junto con el conquense Gustavo Torner, para ubicar el primer museo de arte abstracto en España, y casi pionero entonces en el mundo, recuperando el que es probablemente su edificio más emblemático (las Casas Colgadas), ruinosas en los años sesenta (y con esto os he dado una pequeña gran pista sobre algunos elementos de mi próxima novela). Ciudad de pétrea magia, por su ubicación misma, su orografía, su paisaje natural y urbano, mezcla irrepetible de tradición y vanguardia…

Cada vez son más los escritores que optan por reivindicar su tierra. ¿Ves al noir manchego como un género con futuro?

No sé si es mucho decir, pero el hecho de que en los últimos tiempos encontremos incluso obras triunfales en los galardones más prestigiosos (estoy pensando, claro, en El canto del grajo, finalista del Planeta 2022), sin duda induce a pensar que se esté llevando este… ¿subgénero? a un lugar propio. Un lugar de autoridad y afirmación. De orgullo también, por qué no.

Tampoco creo que sea absolutamente novedoso ubicar ese puro noir en La Mancha… Creo que hay ya mucho y sólido recorrido de noir, en un sentido amplio, en las tierras manchegas; algunas de las producciones más brillantes de Almodóvar juegan con ello, por ejemplo.  En La Mancha nos encontramos con un lugar menospreciado a las claras, frente a otras regiones que se han «vendido» más, por motivos varios (no menciono ninguna [risas]), y ello es muy legítimo, pero La Mancha no tiene nada que envidiarles…, más bien al contrario. 

Cuenca misma ha sido escenario de algunos de los asesinatos históricos más emblemáticos… Pensemos en el archifamoso «crimen de Cuenca», hasta cinematografiado, pero hay otros acaso menos conocidos, como el de los Pacotes (para muchos, el verdadero y genuino crimen de Cuenca) que harían palidecer a muchos creadores de historias negras. No oculto, en fin, que tengo raíces y razones antiguas para ubicar mi trilogía en Cuenca, pero este lugar, de por sí, se vale y se basta para ser escenario (mejor, protagonista vivo también) de una trama negra, negrísima, salpicada a la vez de la luz de las cosas hermosas de la vida. La sencilla alegría, que nos consuela de esa oscuridad… Porque, si algo sobra a raudales en Cuenca, es belleza pura.

Un comienzo impactante

Tu novela, Ogro, tiene un comienzo realmente impactante, ¿cómo de importante es esto en una novela negra?

Seguramente un inicio impactante sea clave para cualquier novela, pero más todavía en esas que están destinadas (o condenadas) a atrapar la atención y el interés desde la primera línea, de modo casi violento, como si la narración te arrebatara de la realidad, de cualquier otra ocupación cotidiana, para no dejarte continuar viviendo fuera de ella… Siempre recuerdo que Camilla Läckberg recomienda escribir sobre cosas graves en la novela negra; es decir, que tiene que haber un crimen de verdad, a nadie le inquieta que un vecino le robe las rosas a otro… Así que, no, tiene que tratarse de algo realmente abrumador. Y desde el inicio, claro.

En Ogro nos topamos de lleno, desde las primeras páginas, con el hallazgo inesperado y feroz del asesinato de una monja, su cadáver en una horrible y satírica suerte de profanación religiosa, y en la capilla misma de un internado de chicas donde es profesora. Nada menos que el primer día de curso… Con todo el jaleo habitual, las niñas en sus cosas, las hermanas de la congregación consternadas… Tienen que cerrar el oratorio y suspender los servicios religiosos habituales (suspenderlo todo, en realidad) mientras llega el equipo de la Brigada de Investigación Criminal, unidad especializada durante el franquismo (antecedente de la Policía Nacional) en crímenes violentos… Todo se revoluciona de una forma tan inopinada como brutal, que, curiosamente y pese a todo, las alumnas acaban normalizando en alguna insólita manera. 

Háblanos un poco de ti, ¿de dónde viene tu seudónimo? ¿Lo utilizas para separar tus distintas facetas literarias o pretendes crearte con ello una marca personal?

No sé si hay alguna diferencia entre estas dos posibilidades que tan bien has planteado… La poesía que he escrito, y alguna vez hasta publicado, hasta ahora siempre la he firmado con mi nombre real, u oficial [risas], aunque siempre con bastante pudor y casi como una especie de secreto indecente. Tal vez porque la poesía es para mí la forma más exagerada de intimidad escrita. Es el puro yo, todo lo de dentro desnudo, descalzo…, casi sin piel. Uf, me da cosa hasta escribirlo. Así que, sí, «Altea Cantarero» ha sido el nombre para la novelista (más allá de la poeta y de todo lo demás) y tal vez, sin querer, se ha convertido en «marca», como ahora se ha de hacer en el altar del sistema que habitamos, donde todo debe ser comercializable…, donde, si una idea nos gusta, decimos que «la compramos» (¿no habrá otro verbo…? A mí me gusta abrazar, por ejemplo, prefiero esa metáfora… Cuando me gusta una idea o concepto nuevos, digo que la abrazo). Si hay que afirmar que es una marca, será una marca. En otro registro, en otra voz… Es también mi asilo, mi puerto seguro desde donde escribir y visibilizar sin perder el pudor, cierta forma de intimidad fundamental para mí. Y hasta cierta ligereza, cierta libertad…

Escribías poemas y, sin embargo, para tu primera novela has escogido un género totalmente distinto y muy complicado, ¿cómo ha sido este cambio?

Un antiguo profesor mío de instituto dijo una vez en clase, hablándonos de los géneros literarios, que la novela era uno «de madurez», frente a la poesía, por ejemplo… Ese señor nunca debió de imaginar lo que me impactaría su lúcida reflexión… Y cómo me empujaría tanto tiempo después, ya cercana yo entonces a la cuarentena, a embarcarme en él, tras escribir poemas, como bien dices. Curiosamente, al final contribuyó también esa otra cuarentena que nos pilló a todo el mundo por sorpresa en 2020…

Siempre fue un viejo sueño, pero sin forma hasta hace pocos años…, escribir novela, ¡y una novela negra! Con sus desafíos específicos, que no son pocos… Como tantos escritores señalan, con tanta razón, escribir novelas es un trabajo ímprobo que necesita de disciplina, determinación, constancia y labor de escritorio igual o más que ingenio y creatividad. Nunca he podido experimentar de forma tan gráfica como ahora, escribiendo novela (estoy con la segunda parte), aquel famoso ruego de Picasso: «Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando». Y en esas estamos, ahora, como os digo, embebida en la creación de la segunda entrega de la trilogía, que se titulará Al amor de la lumbre, con sorpresas y nuevos giros que estoy deseando poder presentar a mis lectores. Sigue la estela de Ogro, pero, a la vez, constituye un producto bastante diferente a éste, en sentidos que aún no puedo revelar…

Ogro se encuadra en una serie de novelas que lleva por título Cuentos de viejas: Trilogía del Ogro. Además, alguna vez has comentado que la idea para escribirlo surgió de conversaciones con tu familia. ¿Está en los cuentos, en la tradición oral y la sabiduría popular, el mejor material para inspirarte como escritora? 

Sí, en la vida en general… Y en la vida cuando es narrada, cuando es reinterpretada a través de las voces que nos conforman. En los cuentos, en las canciones populares, en las voces de mis abuelas, mis abuelos…, mi madre, sobre todo, en mi caso. Los recuerdos… Vagos, imperdibles, maravillosos. Creo, sin embargo y pese a todo, que para una contadora de historias (que eso es, a fin de cuentas, una escritora) cualquier cosa es fuente potencial de inspiración. Somos curiosas hasta lo insaciable, nos gusta observar… donde sea, lo que sea. Casi voyeristas de la realidad misma [risas]. Un gesto, una conversación, una mirada… de pronto pueden convertirse en el origen inesperado de una trama que comienza a tomar cuerpo en nuestras cabezas, a crecer como un pequeño gran monstruo independiente que acaba por devorar nuestra vigilia y nuestro sueño hasta que somos capaces de darle salida, de parirlo entre placeres y gemidos.

Dices también que en Ogro has tratado de investigar sobre la oscuridad del alma. Cuéntanos qué has descubierto.

Por mi profesión habitual, investigar (en un sentido muy amplio) sobre esas oscuridades del alma y sus proyecciones públicas es parte de mi oficio [risas]. Una de las cosas que me pasan es que siempre trato de encontrar explicaciones (que no justificaciones) para las maldades y errores de mis personajes… ¡Aunque algunos no se salven de ninguna de las maneras! Esto de intentar entenderlo todo no creas que es algo bueno, o no siempre, al menos. A veces preferiría ser capaz de pronunciarme y creerme las cosas con mayor rotundidad, sin tanta visión de claroscuros. El matiz es incómodo…, aunque, una vez que lo conoces, no puedes renunciar a él. De más joven, me costaba menos, supongo que es el precio que se paga por haber visto más, oído más, padecido más… y, al fin, comprendido más. Pese a nosotras mismas, tantas veces… Todo eso y más se deja notar, inevitablemente, en Ogro.

¿Por qué crees que conjugan tan bien la simbología religiosa con la novela negra?

Porque la religión conecta (nos religa, de ahí su etimología) con lo invisible, con la muerte, con el tiempo de antes y después de estar en esta vida incógnita, enigmática, que nunca podremos entender del todo. La religión…, la espiritualidad, el rito, todo aquello no racional, todo aquello que habla otro lenguaje y a esa otra parte de nosotros que no es la del cálculo, sino la que mira por la noche el cielo estrellado y todavía se sorprende de su propia finitud y de que, por más que avanza la ciencia, todavía seguimos ignorándolo todo… O las cosas más importantes, al menos. Para esas, nunca será suficiente el cálculo.

En nuestro contexto cultural, además, contamos con una especial y notoria truculencia de imaginería religiosa… Siempre me impresionaron profundamente esos siete puñales clavados, representando los siete pecados capitales, en el corazón de la Virgen Dolorosa, la de las Angustias, toda una arquetípica madre sufriente… Y por ello, al fin, la elegí para la misma apertura de  Ogro, en esa mixtura de sangre, horror y sacrilegio: la monja hallada muerta en la capilla de un internado de niñas, en la Cuenca de los años 60 (pleno despertar del letargo de posguerra), con el corazón roto por esos siete puñales tan llenos de sentido y de misterio…

¿Qué te dicen los lectores, Altea? ¿Cómo están valorando tu primera novela?

La verdad es que no me esperaba una acogida tan buena… Cuando una escribe una novela, sobre todo si es su primera vez (manceba de las letras, virgen del todo en estos lares), con esperanza de que algún día vea la luz y, sobre todo, la lea alguien (aparte de tu pareja, tu  madre o tus hermanas), una tiene más miedo que vergüenza [risas]… Las dudas lo ocupan todo, forman una sombra faraónica gigante al atardecer… Así que, bueno, haber recibido desde el principio tantos comentarios laudatorios, tantas lectoras preguntándome que para cuándo el siguiente… está por encima y más allá de cualquier cosa que yo hubiera imaginado.

Aunque soñara con ello, claro. «Es muy difícil sorprender con el género de novela negra, y esta obra lo consigue. Además es una delicia leer este libro, qué raro encontrar literatura buena entre tanta novela que parecen preguiones de cine», afirmó un lector; otra: «Brutal, bestial, muy de entrañas de la vida». No podría hacer una selección de los comentarios más emocionantes, porque hay demasiados. Todos están en mi corazón. Gracias.

Me anima también especialmente ver que el libro llega tanto a lectores más exigentes en cuanto a registro literario como a personas que, como yo misma, buscan principalmente divertirse cuando se adentran en una nueva historia. Como he dicho a veces, busco un producto cuidado sin renunciar al entretenimiento. También me emociona mucho cuando los lectores me dicen que la novela se les queda dando vueltas en la cabeza, en el alma, después de leerla…, que deja un poso, no es volátil… 

Ogro fue seleccionada como mejor opera prima de una escritora novel en el Alicante Noir de 2021, ¿qué significó esto para ti?

Casi recién publicada la novela, eso fue un espaldarazo inmenso, imprevisto y del todo inesperado que me levantó del suelo entonces. Yo, con toda mi «doncellez» literaria [risas], con mi seudónimo a cuestas (menos mal que aún andábamos con las mascarillas), con el libro recién salido del horno, me vi asistiendo a una mesa redonda para hablar de su nacimiento, tras aquella gratificante selección. Nunca olvidaré cómo estuve a punto de registrarme en el acto con mi nombre «oficial» sin querer, y cómo firmé por primera vez como Altea Cantarero, inaugurando de forma pública una nueva suerte, mágica para mí, de habitar el mundo.

Nunca podré agradecer lo suficiente a cada persona que ha confiado en mí para esta «salida al mundo» de mi Ogro; cada quien que, desde su lugar y a su manera, me ha regalado con generosidad y cariño un trocito de su tiempo, ya sea para leerme (eso lo primero: las lectoras, los lectores, sois los dioses de toda esta gran mitología literaria), ya fuera para ayudarme en estos inicios difíciles y torpes, pero siempre llenos de ilusión. A todas, todos: GRACIAS inmensas y perennes. Nos seguimos encontrando en el camino de la lectura.

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